Otra Parte es un buscador de sorpresas de la cultura
más fiable que Google, Instagram, Youtube, Twitter o Spotify.
Lleva veinte años haciendo crítica, no quiere venderte nada y es gratis.
Apoyanos.
Conocemos las opiniones de Beatriz Sarlo sobre actualidad política argentina; no conocemos sus opiniones sobre literatura contemporánea argentina. Esta es la conclusión que se desprende de la lectura de Ficciones argentinas, volumen que reúne las colaboraciones de Sarlo en el suplemento cultural del diario Perfil sobre treinta y tres autores argentinos (predominantemente jóvenes). Los artículos son neutrales, es decir, descriptivos: cuentan el argumento, establecen series, destacan influencias, pero se niegan a abrir juicios de valor. Por consiguiente, Sarlo queda del lado de la crítica posmoderna que fomentan Josefina Ludmer y Elsa Drucaroff, quienes también se oponen a valorar los textos y también rebajan la crítica a la función del comentario general y amistoso. Esto se confiesa en el prólogo, que Sarlo usa para atajarse: sus reseñas “no quieren dar una interpretación definitiva”, “son un viaje exploratorio” sobre “lo que me interesó o me provocó”. Sarlo dice que es arriesgado escribir sobre libros de autores jóvenes, lo cual es verdad. Sin embargo, este riesgo decrece a cero si el crítico no valora ni toma posición. Tal como señala la contratapa, Sarlo no califica nunca, o lo hace de modo elusivo. La novela de Jorge Consiglio es “extraña”; el libro de Diego Meret resulta “inquietante”; el de Selva Almada, casi en un éxtasis de pronunciamiento, “sorprendente”. Para sumar cautela, el método analítico de Sarlo consiste en decir todo lo que un libro no es, y luego rematar con una metáfora indeterminada: Pequeñas intenciones, de Consiglio, “inhabilita la pregunta sobre la sombra autobiográfica”, no es “ni urbana ni subjetiva”, “permanece ajena a otras marcas (…) de la industria cultural”, y cuando por fin hay que definir por la positiva se nos dice que la novela está hecha “del fracaso de las pequeñas intenciones”. Este tono tenazmente recatado genera la impresión de que Sarlo quiere intervenir en el campo literario sin pelearse con nadie y sin jugársela por nadie. Se preocupa por hablar de autores noveles, no por escribir algo significativo sobre esos autores. Esto puede desconcertar a los lectores que conozcan a Sarlo por sus intervenciones en el debate público. ¿Por qué su pluma se permite toda clase de adjetivos cuando se trata de política argentina y ninguno cuando se trata de literatura argentina? La razón es simple: Sarlo decidió arriesgar su prestigio en la política y necesita compensar con una estrategia pacifista en literatura. Da pelea en un frente de batalla y pacta en el otro –de ese modo, si pierde en política, podrá refugiarse en su capital literario, amasado en Punto de Vista (el canon de Sarlo quedó en Saer-Chejfec, con lo que se perdió la línea que va de los Lamborghini a cierta tendencia de la poesía de los noventa) y rifando bendiciones a media voz para los jóvenes talentos en ascenso. En este sentido, Ficciones argentinas es un accesorio a sus columnas en La Nación, y por eso mismo, un libro hueco, táctico en el peor sentido, conservador por default y por completo prescindible.
Beatriz Sarlo, Ficciones argentinas. 33 ensayos, Mardulce, 2013, 224 págs.
En abril de este año, la editorial argentina dedicada al arte sonoro Dobra Robota publicó Disonancia social, la edición en castellano de Social Dissonance de Mattin (Urbanomic,...
El DIA Art Center ha montado una doble exposición del cineasta y artista británico Steve McQueen. No he podido ver un espectáculo de música y luces...
En el último Borges —que había mutado de su conservadurismo hacia una especie de utopía ética de la belleza, unida a su experiencia del sintoísmo en el...
Send this to friend