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La historia del documental Searching for Sugar Man es fascinante. No tanto por sus contornos ficcionales como por el enigma que plantea. Un joven baladista, en la onda Dylan y el folk de los sesenta, es descubierto en un bar marginal de Detroit. Graba dos discos, Cold Fact (1970) y (premonitoriamente) Coming from Reality (1971). A pesar de la buena crítica no se venden y su autor, Rodríguez, se desvanece. En 1996, el dueño de una disquería en Cape Town, Sudáfrica, comienza una investigación en Internet para saber qué ha pasado con Rodríguez. Duda sobre los rumores acerca de su muerte (¿una sobredosis? ¿se disparó un tiro en la cabeza durante un show?). Alguien responde y dice: “Rodríguez es mi padre”, un albañil de cincuenta y cinco años que vive en un suburbio de Detroit. La búsqueda que se inicia en Sudáfrica no es casual: allí Rodríguez era “más conocido que Elvis”, miles de fans sabían de memoria sus canciones, agotaban sus discos, veneraban al artista que creían famoso también en el resto del mundo. Rodríguez lo ignoraba.
El documental del sueco Malik Bendjelloul, ganador del Oscar, cuenta esta historia y su primer desenlace: localizado, invitan a Rodríguez a Sudáfrica, donde después de cierta resistencia da seis conciertos con lleno total, interrumpiendo sus actividades en la construcción (en Detroit: demolición). El encuentro es confuso: para su público, que solo conocía sus canciones y dos imágenes de juventud, es una estrella; desde el otro continente, Rodríguez tiene que hacerse cargo de una nueva e insospechada carrera artística.
Es aquí donde la lógica de la historia se bifurca enigmáticamente: Rodríguez es protagonista de dos vidas paralelas y opuestas, casualmente vueltas a reunir. La explicación del enigma es, para los sudafricanos, política: las canciones de Rodríguez (“de protesta”) interpelaron a los jóvenes de un país que vivía aislado por la dictadura. El documental termina allí.
¿Es también la dimensión política de sus letras la que le impidió hacer una carrera pública en Estados Unidos? ¿O fue su origen hispano, en una época en la que la estigmatización étnica era mayor? ¿Ambas razones? ¿Otras? Bendjelloul no se lo pregunta. El compromiso político, que guió la vida de Rodríguez, lo llevó a callejones sin salida: sus luchas sindicales, su candidatura a alcalde de Detroit, no prosperaron. Pero el enigma parece ahora haberse desplazado hacia su regreso, intacto, cuarenta años después, con las mismas canciones, el mismo look, gracias a la escucha de otra escena. Lo está esperando la misma industria que lo ignoró, dispuesta a recuperar el tiempo perdido. La música de Rodríguez se sobrepuso involuntariamente al espacio para hacerse oír. Ahora su desafío es el tiempo.
Searching for Sugar Man (Suecia-Reino Unido, 2012), guión y dirección de Malik Bendjelloul, 86 minutos.
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