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La materialidad de la lengua es multiforme. Escritas en el aire, en papel, en imágenes, las palabras se modifican con el paso del tiempo. Decir que la materia de la lengua se modifica equivale a sostener que la lengua misma sufre modificaciones. Martín Gambarotta ensaya una teoría, más cercana a la intuición que a un trabajo enciclopédico o de investigación, sobre la materia de nuestro lenguaje.
En este sentido, hablar del teclado QWERTY, herramienta muy parecida a los teclados táctiles y digitales que conocemos hoy día, patentada según Wikipedia en 1868, implica considerar dicho invento, a escala, a la manera de una creación de la importancia de otros dispositivos como la imprenta.
El recorrido de los teclados es el recorrido de nuestra subjetividad, y de nuestra historicidad; nos narramos en ellos y los consideramos dispositivos en que la experiencia se desintegra de modo progresivo. En un mismo espacio, no sólo simbólico sino físico, conviven en simultáneo diferentes comunidades, diferentes voces y diferentes generaciones con representaciones y prácticas diversas entre sí hacia el interior de la escritura: canciones, biografías, textos de diferentes procedencias se integran en un único plano en continuo movimiento.
Ante la aceleración de los cambios producidos en el universo textual y las circunstancias relativamente nuevas con las que nos encontramos, aparecen preguntas del tipo: ¿cómo abordar la tarea y la figura del escritor? ¿Cómo leer? ¿Cómo escribir? ¿Cómo mediar y tender puentes entre estas nuevas maquinarias lingüísticas y nosotros? ¿Qué escribir y qué no escribir en la red? Hablo de inquietudes, antes que de una serie de respuestas programadas. Nada de lo que hacemos los lectores o escritores es accidental, sino el resultado de la interacción con los textos y de una búsqueda de la construcción de un horizonte semántico que a veces responde a la acción de algoritmos.
Escribir es un acto político y estético a la vez; es decir, el ensayo, en este caso, está atravesado por la política y la estética; es un medio en el que la posición del yo de a poco se desvanece o, por el contrario, se muestra en su naturaleza artificial. En esa contradicción, la voz de Martín Gambarotta se vuelve quejosa y reflexiva. ¿Existirá, me pregunto, un vínculo entre la política entendida como forma de la práctica colectiva y la literatura como práctica definida del arte de escribir? ¿Y qué función cumplirían los teclados en esa relación, si es que tal relación existe? ¿Acaso leeremos en el futuro las escrituras del pasado, de la modernidad, como jeroglíficos portadores de una idea de escritura de vaya a saber quién?
En este texto no hay unidad. Podríamos pensar en un montaje de ideas o de borradores mentales que lentamente encuentran un orden invisible. Qué es lo que registran, guardan, almacenan las tablets que llevamos con nosotros. Qué hay de sentimental en el uso de teclados táctiles y, si fuéramos más allá, qué hay de sentimental en escribir a mano cuando somos herederos de una tecnología etérea. Por ahora la escritura puede estar convirtiéndose en un medio de transporte compuesto por señales eléctricas, mientras llevamos con nosotros discos portátiles cuyo contenido está siempre en proceso de cambio, más allá de cualquier forma posible de almacenamiento, gravitando en el vacío.
Martín Gambarotta, La abolición de los teclados, N direcciones ediciones, 2016, 20 págs.
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