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La primera novela de Bruno Galindo me deja la sensación de haber leído un texto con el alma dividida, cuyas estéticas y bagajes dispares son a la vez parte fundamental del conflicto del protagonista y narrador de la historia. Nos sentiremos sugestionados desde el principio por la cercanía biográfica entre el autor y el personaje, un periodista y escritor que se ve obligado a trabajar en una revista de tendencias que se presenta como la némesis de su idealismo vital. Una trama laboral y una historia de amor componen la cadena de acontecimientos donde se proyecta la crítica a la sociedad urbana presente, centrada sobre todo en el contexto de los profesionales liberales sin estatus, que ven pasar sus vidas en un trajín de consumo y expectativas frustradas. Este desarrollo irá ganando importancia, hasta un desenlace que sorprende por su adecuación a la metaliteratura que la escena narrativa en español canonizó hasta dilapidarla como materia literaria novedosa. Por lo demás, salvando este final, la escritura resulta brillante en su utilización del enfoque intelectual para subvertir el discurso mediático y publicitario que hoy se erige como versión dominante de la experiencia colectiva.
Los escritores que abordan el discurso mass media desde la perspectiva del espectador ya se cuentan por hordas. Los testimonios literarios desde las salas de máquinas del cuarto poder siguen siendo una valiosa excepción. Porque, como se cuenta en El público, nadie con pensamiento crítico puede sobrevivir en tal hábitat sin acabar traicionando sus valores para afrontar el trabajo con cierta autoestima. El lector podrá entretenerse leyendo El público como una autoficción donde Galindo vuelca sus fantasías de rebelión ante el papel alienante de su gremio en el inicio del siglo XXI, a la vez que demuestra su posición privilegiada para entender un sistema enfocado en estudiarnos y catalogarnos hasta convertirnos en target. Hay algo inédito en la forma en que el autor describe a los personajes con ojos de director de marketing. Reducidos a una colección de tendencias, representan la tragedia generacional que hoy es desenmascarada: el fracasado intento de diferenciarnos, cuando es precisamente ese esfuerzo lo que más nos iguala. Si cada reivindicación de individualidad se desvela como parte de un programa social compartido, El público nos desvela el fraude de la supuesta gran conquista ciudadana tras la caída de los grandes relatos: la libertad de hacernos a nosotros mismos. Igualmente poderosa resulta la estrategia de Galindo de narrarlo utilizando como escenario un periódico que se inspira claramente en El País, pues muchos de sus lectores habituales apreciaremos en el remedo toda una metáfora de ese desmantelamiento y nuestra progresiva conversión en capitalismo puro.
Bruno Galindo, además, ha musicalizado algunos fragmentos de su novela en colaboración con la histórica banda de pop-rock argentino Babasónicos, dando lugar a un EP llamado Babasónicos vs. El público. Al contrario de lo que pueda sugerir su título, la música y el texto no se pegan de tortas, sino que logran la calidad dentro en un género, el spoken word, que empieza a mostrar algunos brotes de madurez en España.
Bruno Galindo, El público, Lengua de Trapo, 2012, 224 págs.
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