Ni cita, ni apropiación; Flavia devora. Entre guerras, entre el pasado y el presente, entre el original y la copia, entre niños, adolescentes y estas mujeres; Flavia saca fotos entre las fotos y allí construye su cuarto propio. Migra desde las temáticas de su obra anterior —ligadas al anonimato de los espacios de circulación y consumo— hacia el lugar donde las afinidades personales se revelan y la identidad comienza a hacerse legible.
En estas imágenes, Da Rin duplica las poses y los encuadres hallados en registros fotográficos de bailarinas del período de entreguerras. A partir de ellos, Flavia-Calibán evoca los espacios socioculturales que estas grandes mujeres de la danza ocuparon durante las vanguardias históricas y, al reconstruirlos, se sorprende en ellos. Lee sus cuerpos como manifiestos mientras que, con el suyo propio, pone en evidencia la transformación hecha carne que conlleva tanto la irrupción de un nuevo movimiento artístico como la certeza de estar atravesada por todos ellos. En el sufrimiento expresionista de Mary Wigman, en la irreverencia futurista interpretada en la aerodanza de Giannina Censi, en la abstracción humanizada que Lizica Codreanu representaba para Brancusi y en el exhibicionismo protopunk de Valeska Gert, encontramos mil Flavias y una sola en quien el significado de sus poses trasciende la simulación.
Si estos registros sirven a Da Rin como sustento de una nueva obra, esto no obedece a una necesidad de inmortalizar el tiempo histórico, sino a la autoexigencia de experimentar y hacerse uno con lo diverso, para así revelar sus propios grises entre el blanco y negro de las nuevas tomas fotográficas.
La búsqueda artística de Flavia es antropológica. Es una pregunta incesante por el origen, incluso desde la muerte, como en El misterio del niño muerto (Ruth Benzacar, 2008), su muestra anterior. En el caso de Terpsícore entreguerras, la indagación sobre el pasado de un “otro” opera como punto de partida aunque, una vez más, la respuesta refiere a la identidad propia en tiempo presente. Estas fotografías performáticas descubren el mecanismo mediante el cual Flavia construye un “yo” en permanente estado de mutación y en el cual los componentes del binomio arte/vida se permean.
Gracias a su evidente madurez artística, la incorporación de experiencias adquiridas en etapas previas genera un movimiento elíptico en su propia historia que le imposibilita regresar al punto de origen sin modificaciones. Da Rin se anima entonces a la síntesis. Para ello se distancia del color, reduce la escala y permuta la multiplicidad de referentes —antes escogidos del menú combinado de las artes plásticas, el cine, la música, la literatura y la publicidad— por la fotografía documental como única protagonista de un trabajo donde el “otro” referido tiene, por primera vez, nombre propio. Flavia ya no juega a ser niña, ninfa o chica rapada. Ahora posa como Mary Wigman, Giannina Censi, Lizica Codreanu y Valeska Gert, y es en este relato enmarcado donde, por un fugaz instante, la fotógrafa poseur encuentra su entrelugar.
Flavia Da Rin, Terpsícore entreguerras, Galería Ruth Benzacar, Buenos Aires, hasta el 19 de septiembre.
Los comienzos son pura promesa, los finales, pura pérdida. Algo definitivamente acaba en el final de un relato y, aunque es allí donde se define el sentido,...
Protuberancias, hendiduras, brazos, babas, besos, abrazos, penetraciones. Los reinos (animal, vegetal, mineral) son presentados en Ferales, la muestra individual de Trinidad Metz Brea en...
Basta trazar un redondel para hacer un mundo. Es algo que hemos aprendido hace al menos mil años, en las miniaturas medievales. Y digo redondel porque círculo...
Send this to friend