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20 poemas para tu walkman

Marília García

LITERATURA IBEROAMERICANA

En la posdata de una carta no fechada a María Cecilia Londres Fonseca, cuñada y confidente durante muchos años, Ana Cristina César se pregunta y discurre sobre la posibilidad –y la necesidad, en algún punto impuesta por el propio devenir de su obra poética– de rehuir a la tentación de lo “bello en sí”, que la poeta observaba en ciertos poemas suyos y de otros colegas de su generación. La solución que Ana C. vislumbró en ese momento a la disyuntiva planteada, y que luego utilizó quizá como su recurso más distintivo de composición, fue la invención de una “forma (todavía) híbrida”. Hibridez que estuviera al servicio de una dicción cuya verdad, o nobleza –como escribe en otra carta fechada a principios de 1979–, se relacionara con la urgencia de profundizar en su propio dolor y en su propia pena, y en las huellas que dicho pathos deja para la escritura, eludiendo la mera tematización o, peor aún, la hipérbole dramática.

Es esta vía la que parece haber elegido Marília García para dar con la arquitectura justa de sus 20 poemas. Un poco a la manera de João Gilberto Noll –maestro en la utilización del registro híbrido y en el cuestionamiento de la supuesta pureza de los géneros– cuando afirma que sólo escribe lo que su organismo está en condiciones de ofrecerle, para de este modo volver el gesto de escritura una operación ligada a cierta búsqueda nómade, Marília elabora un fresco urbano fascinante, en el cual los afectos, los recorridos y los territorios –apenas identificables– se cruzan, se componen y se repelen. Sorprende aquí el modo de calibrar velocidades y ritmos mediante el uso de elipsis y prolepsis, procedimientos más propios de la novela moderna y contemporánea, pero que en estos poemas cumplen una función esencial a fin de no obstruir el movimiento de la dicción, trazar rutas diversas y escapar del campo de visión que muchas veces impone el yo (esto último es señalado con agudeza en el posfacio del libro, a cargo de Aníbal Cristobo), y que suele devenir en impostaciones y derivas ajenas a lo que el poema efectivamente demanda.

Algo de ese dolor y de esa pena a la que aludíamos en la referencia a Ana C., de la distancia indeclinable con el otro y del espaciamiento que dicha distancia patentiza constantemente, está expresado en este libro, sólo que con la austeridad formal necesaria como para no seguir “hablando / sin el ritmo adecuado”. En un texto sobre la cuestión de lo figural, Jean-François Lyotard se preguntaba cómo sostener el ojo en estado salvaje, cómo hacer que el ojo escuche, valga aquí la sinestesia, e interrumpa el mecanismo voraz inscripto en la forma en que habitualmente el occidental mira las cosas y a los otros. Una respuesta posible podrían ser estos veinte poemas, en los cuales el recurso a la mezcla, la hibridación y la alteración son los índices de un nuevo emplazamiento para la poesía, un nuevo gesto que trastorna y relanza la mirada hacia afuera, desviándola al siempre peligroso encadenamiento que urden las palabras. Donde sólo hay lugar para la incertidumbre y la interpelación, y “la pregunta sólo / sirve para mantener la horizontalidad / de las cosas”.

Tratándose del primer libro de Marília –y de la primera y lograda traducción de sus textos al castellano–, la apuesta resulta sencillamente extraordinaria.

 

Marília García, 20 poemas para tu walkman, traducción de Diana Klinger, Paloma Vidal y Mario Cámara, VOX-Grumo, 2013, 64 págs.

20 Mar, 2014
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