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Moonchild en el Teatro Coliseo

MÚSICA

Perplejidad, disgusto, fascinación, euforia: desorientada, una pareja me pedía que les explicara lo que acabábamos de escuchar; seco, el sms de un amigo informaba: “me fui, I can’t stand it”; resplandeciente, una joven música me decía que, después de esto, ya no necesitaba ver más directores de orquesta argentinos; analítico, un escriba frecuente de estas páginas desgranaba los pros y contras del concierto.

Una vez más John Zorn se las ingenió para convocar una amplia paleta de emociones. La excusa consistió en la presentación de Templars: In Sacred Blood (2012), sexto disco de Moonchild, banda que se remonta a 2006, bautizada así en honor a una vieja novela del ocultista británico Aleister Crowley. Un proyecto que, en palabras de su creador, combina composición e improvisación en un formato rock. Una base rítmica impenitente (Joey Baron en batería, Trevor Dunn en bajo), las técnicas vocales extendidas de Mike Patton (Faith No More, Mr. Bungle, Fantomas) y el tecladista invitado John Medeski (Medeski Martin & Wood), con el neoyorkino organizando el material desde las sombras.

Es esta una música obsesionada por desarrollar una suerte de mood a través de una tensión continua que elude cualquier tipo de relajación. Semejante característica le concede al sonido una urgencia desmedida, que vuelve ominosos los interludios más reposados y hace de los pasajes energéticos un show de violencia extrema. Ayuda el repertorio de gritos, chillidos, graznidos, declamaciones y susurros en nuestros oídos de Patton, la versatilidad de una base que trasciende las distinciones genéricas y ese continuo pendular del órgano entre sustains ambientales y ataques espasmódicos. Tamaña intensidad, lejos de promover una respuesta física despreocupada, es extraordinariamente cerebral. Un extenuante muestrario de citas que va de la liturgia católica y los cantos gregorianos al sinfónico clásico, de antiguos ensambles zornianos como Naked City y Painkiller al doom y el death más actuales, del avant-jazz al spaghetti western. La historia de la orden de los caballeros templarios adelgazada en una sucesión de instantáneas que remite a los modos perceptivos de la televisión y a aquellos viejos dibujos animados de la Warner Bros., musicalizados por Carl Stalling, con los que todos hemos crecido. Elecciones estéticas de indudable impronta posmoderna que le han valido a Zorn defensores y detractores igualmente acérrimos, en una polémica de difícil resolución, que excede su desbocada productividad para plasmarse en un asunto de principios acerca de las posibilidades de la música en la época de su reproductibilidad tecnológica.

Y aunque los materiales y los medios sobre los que discurrió el show se corresponden con las alarmas de buena parte del arte contemporáneo, bastaron dos bises en los que Zorn subió al escenario para dirigir a sus colaboradores en una de esas improvisaciones con cortes abruptos y clímax noise que tanto le gustan, para convencernos de que no importa cuán posmodernas sean las ambiciones, persiste sin embargo, irrevocable, esa figura del compositor que remite a una era que, de repente, ya no se nos antoja tan lejana.

 

Moonchild, Teatro Coliseo, Buenos Aires, 14 de junio de 2013.

18 Jul, 2013
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