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En esta primera novela de Timur Vermes (Núremberg, 1967), Adolf Hitler despierta en un descampado en Berlín en el verano de 2011, y al poco tiempo se ve convertido en un actor cómico de la TV, cuya repentina fama no sólo se deberá a su gran “parecido” con el Führer sino también al modo en que declamará sus ideas frente a un público que ya no puede tomarlo en serio. Haciendo del anacronismo el motor de la novela y echando mano a motivos clásicos de la sátira anti-hitleriana iniciada por Chaplin en El gran dictador (1941), tales como el tema del doble, el equívoco y la impostura, Vermes construye un personaje que oscila entre el desconcierto frente al paso del tiempo, su necesidad de ponerse al día y la evocación idealizada de un pasado siniestro.
Imaginar la supervivencia de Hitler es algo que George Steiner ya había hecho en El traslado de A. H. a San Cristóbal (1979), novela en la que un grupo israelí de cazadores de nazis lo halla refugiado en el Amazonas treinta años después del final de la guerra. En Ha vuelto se trata de un Hitler resurrecto, cuya tozudez en reafirmar su identidad provoca el efecto ridículo de un actor devorado por su personaje. Así, mientras quienes lo rodean optan por seguirle la corriente, hay ciertas condiciones o sobrentendidos que él acepta. “Estamos de acuerdo –le aclara la señora Bellini, una de las autoridades del canal– en que el tema ‘judíos’ no es divertido”. En efecto, uno de los mayores desafíos a la hora de abordar un personaje como Hitler es de qué modo plasmar su antisemitismo en términos del verosímil. Y Vermes opta por la solución menos arriesgada: la ausencia casi total de verba antisemita se ampara, a priori, en un “decoro” que excedería al personaje. En este y otros sentidos, podría decirse que el Hitler de Vermes no es lo suficientemente nazi. Más aún si se advierte cómo él está librado, en términos diegéticos, a su propia conciencia. Después de todo, ¿no hay capítulos enteros dedicados a sus soliloquios? ¿Alguien podría endilgarle al autor el antisemitismo de su personaje? ¿Por qué Hitler no dice allí todo lo que piensa?
El modo en que Ha vuelto trasluce cierto agotamiento de la sátira (otra prueba de esto sería el fallido film de Dani Levy, Mein Führer, estrenado en 2007) quizá se deba a cómo la figura de Hitler se ha convertido en un icono de la cultura de masas y en un recurso paródico en sí mismo. Lo más novedoso, sin duda, es el close-up literario merced al uso de la primera persona. Desde la publicación de Mi lucha en 1925, y con la excepción de sus Conversaciones privadas (compendio de las ideas de Hitler sobre los temas más variados en el que Vermes abreva bastante), no había aparecido otro libro en el que el Führer monopolizara la palabra. Hacerlo hablar en primera persona; hacer que el nazi (él o cualquier otro) se justifique, discurra, defienda sus ideas, es un reto que ya había asumido Borges en “Deutsches Requiem” y que Jonathan Littell materializó, de un modo desmesurado y brutal, en el oficial de las SS que protagoniza Las benévolas (2006). Pero Hitler no es cualquier nazi, claro. Y en Ha vuelto no habla él, sino un zombi que logra componer la comedia de un vivo. Una momia posthistórica, un fantoche, un imitador de sí mismo.
Timur Vermes, Ha vuelto, traducción de Carmen Gauger, Seix Barral, 2013, 384 págs.
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