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Bildungsroman

Marcelo D. Díaz

LITERATURA ARGENTINA

Quien abra este libro se encontrará desde el principio con una pequeña colección de universos. Una pluritopía, un multiespacio semántico, se despliega en cada poema; el lector irá descubriendo mundos y planetas lejanos y contiguos a la vez. Todo lo que sucede ante nosotros tiene su réplica en otra dimensión, otra cara del volumen: esa es la gracia que guía y orienta la poética de Marcelo D. Díaz. Lo que se siembra en un plano de la lengua repica en su lado de penumbra hasta volverse luminoso por un movimiento imperceptible que, de pronto, nos despega del suelo y nos deja flotando en el vacío donde refulgen las estrellas: “En una oportunidad escribiste: / si el sonido fuese un signo / como la luz de un relámpago / me quedaría a escuchar / el estallido de la oscuridad / pero es un ruido como de colmena / expandiéndose / hacia el aire que desborda”.

Los treinta y dos poemas de Bildungsroman invitan al lector a transitar un aprendizaje que, como toda ruta iniciática, resulta sutil y bestial al mismo tiempo. Por momentos parecerá escucharse la voz del maestro, por momentos la del aprendiz, y en ocasiones la del ser amado; algo que se logra mediante la omnipresencia de un nosotros. Como en casi toda la obra de Díaz, aquí el poema nunca está ajeno al afecto. De manera que el tú o el vos que atraviesan el libro van articulándose según el lado que deba ser enunciado: el del maestro, el del discípulo o el del ser amado. Incluso, en “Técnica óptica”, la tríada se da al unísono: “Si te lastimás el ojo / con el otro separa las cosas pequeñas / que nos confunden. / Ninguna representación. / Si a un costado / la visión se vuelve borrosa / es tu ojo / tapando la luz por ti”.

Pero enseguida aparece el desengaño. El maestro no es alguien, sino algo: la experiencia. Ya en “Alce” y en “Metzger” la voz expone hasta el desnudo su indefensión frente a la violencia de las fuerzas de las que devendrá discípulo: “Las pequeñas criaturas no quieren / separarse / confían en él / a veces pareciera / que se convierte en un pez / y todo / lo que había entre nosotros / desaparece”. Por lo tanto, el resto del recorrido será una constante puja entre el embate del afuera y el equilibrio interno (basado en las cesuras y la omisión de signos de puntuación), una especie de balance anabólico para el organismo poético, como en “Maquetas”: “De niño tuve un cuervo / casi no tenía plumas / cuando pudo volar venía por mí. / De lejos le silbaba / se ubicaba en mi hombro / a veces me esperaba en la puerta. / Por desgracia cada día / perdía más plumas / los demás cuervos / lo hostigaban, las peleas / empezaban temprano. / Era horrible / verlo torturado / por su misma especie”.

La influencia de la estética de Herzog y Kurosawa o la impronta de la distopía y la ciencia ficción son para Díaz herramientas que, asimiladas a su propia expresión, le permiten ir rebanando el mundo en cortes longitudinales o transversales. Son esos cortes los que ofrecen la pluritopía, la multiplicación del espacio, y a veces, la reducción a un solo instante, a un solo punto: “¿Daremos el salto / a través de la oscuridad o permaneceremos / suspendidos / en esta luz extraña?”.

De esta manera, el tono, la imaginería y la sintaxis conforman el tesoro de la lección que poema tras poema va creciendo hasta llegar a la identidad: “La fuerza de gravedad me devuelve a la tierra / toda biografía es una suma de nudos donde / las cuerdas amarradas nunca se pierden / con el tiempo se vuelven intrincadas / algunos queremos perderlas pero tratar de imponer / orden a este universo es como impedir que el aire entre a nuestra casa. No sé cómo hacer”. Y es en esa incertidumbre donde realmente nace, comienza a vivir y se resuelve el poeta: no saber cómo hacer y hacerlo de todos modos.

 

Marcelo D. Díaz, Bildungsroman, Gog & Magog, 2018, 50 págs.

15 Nov, 2018
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