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Celebrating David Bowie en Museum

MÚSICA

Es esperable y hasta lógico que tras la muerte de un músico importante sus colaboradores finalicen un disco inconcluso, mezclen grabaciones en vivo o monten un concierto en su memoria. Pero es decididamente raro cuando la muerte genera una fuente de empleo que puede durar años, como las giras homenaje.

Bajo la intención manifiesta de honrar al artista caído se agrupan viejos compañeros —no importa si hace rato que no tocaban juntos— o músicos que directamente no tuvieron nada que ver con esa obra. En la primera categoría están los shows de The Revolution, décadas después de ser desarmada por Prince. Lo cual es un upgrade para el tecladista Matt Fink, quien está en el circuito de bandas tributo como el único original en un grupo de clones.

Celebrating David Bowie, de exitosa convocatoria en su presentación porteña, mezcla las dos variantes: para disimular que son una banda de covers, un grupo de journeymen regulares de la escena de clubes y sesiones de Los Ángeles (todo comenzó con una gig en el Roxy de esa ciudad, un mes después de la muerte de Bowie; o sea, ya van casi tres años de “celebración”), suma las presencias de Angelo Moore, frontman de Fishbone, y —sobre todo— de Adrian Belew, uno de tantos guitarristas brillantes que Bowie supo reclutar.

En una era en la que el rayo que Bowie lucía en Aladdin Sane ya entró en la misma categoría que el escudo de los Ramones —de ícono pop a ícono masivo—, no llama la atención que Bowie genere estos negocios laterales; los que, es cierto, ya existían antes de su muerte, alimentados por su negativa a salir de gira (el mismísimo Tony Visconti tiene un proyecto similar). Lo que sorprende no es sólo que Belew sea parte, sino que ni siquiera lidere el grupo: está ahí invitado como garante artístico y gancho comercial.

Belew (cuyo afecto por Bowie no se pone en duda) entra y sale del show: en un momento está arriba del escenario, en otro baja a la barra a buscar un trago. Pero no sólo no está en canciones que hacía en sus giras con Bowie: su toque único (digamos, sus belewdeces) recién se hizo sentir en el último tramo, cuando el grupo interpretó dos temas de Lodger (el único disco de estudio que Belew grabó con Bowie), “DJ” y “Boys Keep Swinging”, además de “Beauty and the Beast” y “Stay”. En casi todo el resto, su trabajo de guitarra podría haber estado a cargo de Richard Coleman, presente entre el público.

Salvo Belew (lookeado como uno de los contratistas de los que él y Frank Zappa —hay que recordar que Belew se bajó de la futura gira holográfica de “Zappa” por cómo esa idea divide las aguas— se mofaban en “Flakes”) y Moore (que tenía un cambio de vestuario en cada salida; un toque camp que por momentos parecía desesperado), el resto de voces, instrumentos y looks portaban el anonimato y funcionalidad de una banda del Hard Rock Café.

Escribir sobre un show así, centrándose en la música, es inútil. Hay preguntas más pertinentes. ¿Qué fue a buscar el público? ¿Un sentido colectivo de duelo o mero entretenimiento? ¿Están dispuestos a encontrar un nuevo Bowie o les basta con la jukebox? ¿Tienen esos músicos sin renombre alguna motivación aparte de la laboral? Y la más importante: ¿qué hacía Belew ahí, casi tan de taquito como el payaso Krusty grabando voces?

Pareciera que los músicos que tienen una larga e ilustre trayectoria, poco dispuesta a las concesiones en su obra —otro caso es Todd Rundgren, que también, increíblemente, estuvo en otros tramos de esta gira—, a esta altura tienen que aceptar este tipo de rebusques cuando los ingresos por su propia carrera, o como productores o sesionistas, menguan. En el caso de Belew, excluido de la última versión de King Crimson, podemos decir que todo esto es culpa de Robert Fripp.

 

Celebrating David Bowie, Museum, Buenos Aires, 20 de octubre de 2018.

15 Nov, 2018
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