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Un icónico y sobreinterpretado cuadro del barroco español, Las meninas, como se conoció a la tela más famosa de Velázquez, nos convoca, desde la tapa, a recorrer la obra de noventa y cinco pintores pertenecientes a la tradición occidental. La novedad es que, con sólo dos colores primarios, el rojo y el azul, y con los recursos de la novela gráfica, María Luque compuso esta bellísima historia del arte, en la que, después de una minuciosa investigación por las bibliotecas de museos de Buenos Aires, Roma y San Petersburgo, eligió contar detalles desconocidos de grandes artistas, aquellos que le resultaron significativos para reconstruir su imaginario.
Por sus páginas podremos ver trabajando en su atelier a Leonardo mientras intenta lograr ese gesto enigmático en su famosa modelo; a Kandinsky cuando escucha su voz interior; a Goya imaginando desnuda a la Maja; a Paul Klee deslumbrándose con el sol tunecino, entre muchos y muchas otras. Podremos visitar el Louvre junto a Paul Cézanne o descubrir en el MOMA, junto con Basquiat, la ausencia de pintores negros; escuchar a Juan Gris o a Duchamp teorizar sobre el arte; espiar la habitación donde sueñan y reposan Picasso o Max Ernst; asistir a las peleas entre Coco Chanel y la pintora Marie Laurencin, quien retrató a la diseñadora pareciéndose a ella; ver a Courbet explicando por qué, desde su mirada realista, le resulta imposible representar ángeles; a los desconcertados asistentes del salón donde Malévich presentaba su Cuadrado negro sobre fondo blanco inaugurando el suprematismo; a Durero atravesando los Alpes a pie para ver por primera vez las obras del Renacimiento italiano hoy reproducidas hasta la náusea; a Natalia Goncharova vaticinando el futuro a sus invitados y, en una viñeta ad hoc, marcándole el rumbo a un pintor desorientado y señalándole hacia dónde va el arte; y a muchas, realmente muchas pintoras todavía hoy invisibles, mostrando su trabajo y denunciando este estado de cosas.
Además de la gracia de ver las reproducciones a dos colores de los cuadros más significativos de la alta tradición occidental, este trabajo ofrece la posibilidad de conocer parte de la búsqueda estética de sus autores, pero sobre todo de acceder a la lectura que de esta tradición hizo su autora. El resultado es un cruce entre su propio estilo y el de los diferentes pintores revisitados que es productivo, intuimos, para ambas partes.
Y hay también lugar para el autorretrato —un género en sí mismo—, esa constante en la historia del arte que podrá obedecer a la lentitud exasperante del pintor, como en el caso de Rembrandt, quien terminaba pintándose a sí mismo porque sus modelos no lo aguantaban, o a una suerte de dialéctica del autor y su obra que tiene momentos de gran ternura, como las viñetas en que James Ensor visita todos los días una estatua de sí mismo hecha en su honor.
Una coda: la factura artesanal del libro, donde la tipografía, las solapas, el índice y hasta el logo de la editorial son “intervenidos” por el trazo de María Luque, hace de esta historia gráfica del arte un objeto estético en sí mismo.
María Luque, Noticias de pintores, Sigilo, 2019, 160 págs.
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