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“Cuando yo nací, mi tío Pablo tenía veintitrés años. Estudiaba en la Facultad de Ingeniería, le gustaba la música, apoyaba al movimiento zapatista y lo secuestró un ovni. Según él”. Así comienza “Voy hacia el cielo”, uno de los seis relatos que componen el nuevo libro del escritor mexicano Alberto Chimal. En ese primer párrafo se constata la apuesta por un trabajo en dos dimensiones simultáneas: la realidad histórica y la ciencia-ficción conspiranoica. Dos conjuntos que confluyen y se confunden en un ámbito compartido: el de los mitos (políticos, genéricos, populares).
En su dimensión realista, los cuentos de Chimal recuerdan a los de Antonio Ortuño y Juan Villoro por su creación de personajes mexicanos involuntariamente paródicos y por el uso inteligente de las referencias culturales —sobre todo pop— para articular paisajes psicológicos y colectivos (“Los leones del Norte”, el primer relato del volumen, es primo de los cuentos de Los culpables o de los de La vaga ambición). Pero en su dimensión fantástica, esos cuentos no se parecen a los de ningún otro escritor mexicano que yo haya leído. Dialogan, en cambio, con los maestros clásicos de lo extraño (como Henry James, cuya herencia se puede rastrear en los narradores no fiables y en la maestría en el uso de las capas textuales o planos narrativos) o con capítulos de Black Mirror (sobre todo “La segunda Celeste”, el texto más complejo del libro).
La televisión y especialmente Internet constituyen el horizonte técnico y moral de Manos de lumbre. El plagio textual, los modelos criminales y sexuales, la circulación de la literatura: todo pasa en algún momento por la pantalla. No obstante, las historias son muy corporales, incluso voluptuosas, pura carne, y ponen siempre en escena relaciones afectivas, a menudo familiares. Como dice Mark Fisher en Lo raro y lo espeluznante (2018): “Lo raro trae al dominio de lo familiar algo que, por lo general, está más allá de esos dominios y que no se puede reconciliar con ‘lo doméstico’ (incluso como su negación)”. Ese es el movimiento de estos cuentos que indagan en la rareza, en la incomodidad y en la frontera. Entre la realidad y la ficción, entre la tecnología y los cuerpos: en esa franja anidan —en la poética de Alberto Chimal, uno de los principales exponentes de la literatura fantástica iberoamericana— lo inquietante, lo terrorífico, lo paranormal. Que nunca se manifiestan en explosiones espectaculares y extraordinarias, sino en la más mínima y cotidiana normalidad.
Alberto Chimal, Manos de lumbre, Páginas de Espuma, 2019, 144 págs.
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