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Los errantes

Olga Tokarczuk

OTRAS LITERATURAS

“Errar” tiene la misma raíz etimológica que “error”. Los errantes son quienes van de un lado a otro, como si no encontraran aquello que buscan, como si se equivocaran siempre. Errar implica entonces una cierta forma de moverse, de mirar, de estar. Una forma hambrienta e insatisfecha. Por eso el primer acierto de la excelente traducción de Agata Orzeszek Sujak parecería estar en el título de la novela. En la traducción al inglés la novela se llama Flights, “vuelos”.

Olga Tokarczuk dice que una de las características de la sociedad actual son los viajes, pero no los viajes terrestres, en los que hay un desplazamiento en una línea plana y mansa, que no aleja al que viaja de la tierra. No, los viajes ahora se parecen más a saltos enloquecidos, sin que transcurra un tiempo razonable entre un lugar y otro. Razonable en el sentido de esperable y en el sentido de intersticio para pensar. Aquí no hay tiempo entre una acción y otra, o en todo caso es como el tiempo del avión, que Tokarczuk describe casi atemporal.

Esta es la forma de Los errantes. La forma del zapping, de la navegación por Internet, de las redes sociales. Una forma actual. Tal vez hambrienta e insatisfecha.

El viaje que propone Tokarczuk, ganadora del Premio Nobel de Literatura 2019, pasa por regiones tan disímiles que parece no dejar ninguna forma afuera: relatos largos con una cadencia clásica, textos tan breves que son casi aforismos o apuntes de antropología, otros que parecen entradas de un diario íntimo, cartas, tercera persona, primera, segunda, siglos atrás, ayer, mañana. Todo en un collage aparentemente caótico, pero en el que pronto entrevemos líneas de sentido: la obsesión de Tokarczuk por los aeropuertos y lo que simbolizan, por la libertad de expresión (declamada y en acto), por el cuerpo como lugar que habitamos y dejamos de habitar, por el cuerpo vacío, por ese cuerpo fragmentado que los personajes de la novela miran una y otra vez conservados, embalsamados, plastificados, arrancados: extraños. El cuerpo que es la pierna amputada y el hombre que la perdió y la mira.

Una tienda en la que venden nombres, la amistad de una mujer tipo y una que vive en la calle, dos viajeros al costado de la ruta amenazados de muerte por el frío de la noche. Una pareja con un hijo pequeño sale de vacaciones;la mujer desaparece y vuelve a aparecer unos días después sin explicar qué pasó. Esta es una de las tantas historias de Los errantes. Es inquietante y nos deja la sensación física del marido confundido. Algo así ocurre con el resto del libro: el hilo que une los hechos es invisible. No se trata de una novela coral. Sería un coro en el que cada uno canta, con una voz bellísima, su canción favorita.

Los errantes es una oda al viaje, al interno y al que nos acerca al Otro más lejano; es una especie de arenga al movimiento, un llamado a salir y descubrir lo que sea que cada uno esté llamado a descubrir. Una urgente invitación al mundo.

Olga Tokarczuk, Los errantes, traducción de Agata Orzeszek Sujak, Anagrama, 2019, 400 págs.

26 Dic, 2019
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