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Habitado por simios, ciborgs y mujeres, monstruos y perros, palomas, corales y bacterias, por seres biológicos, por seres tecnológicos, por seres fantásticos de todas las formas, tamaños, géneros y especies, el mundo de Donna Haraway es un lugar extraño y lleno de sorpresas. Multifacética e inclasificable, Haraway despliega una forma de pensar y de escribir que, aun cuando pueda desconcertar, no suele repeler. Al contrario.
Seguir con el problema es, como ella misma explica, una obra de ciencia ficción, de feminismo especulativo, de hechos científicos y más: todos sintagmas que en inglés empiezan con las siglas “SF”. Es una obra extraña, en gran parte porque se desentiende de muchas de las discusiones y los referentes a los que la crítica cultural está acostumbrada, y lo hace adrede. Importa con qué ideas pensamos, se —y nos— repite como un mantra: importa de qué ideas y nombres y especies nos rodeamos para pensar. Y hay algunos conceptos que son impensables, “no aptos para pensar con”, como el excepcionalismo humano o el individualismo posesivo. Todo el esfuerzo teórico de Haraway puede entenderse entonces como una búsqueda de mejores compañías, de historias distintas, nuevas y antiguas a la vez, con las que construir refugios entre las ruinas.
Lo que marca el ritmo y el tono aquí es la noción de urgencia, la necesidad imperiosa de ponerse a trabajar por la supervivencia del planeta. Seguir con el problema es quedarse con los problemas, insistir en ellos; es rechazar tanto el fatalismo desesperanzado como la “fe cómica” en la tecnología, dos de las actitudes más usuales frente a la catástrofe en curso que “impacientan” a Haraway. “Hagan parientes, no bebés” es la consigna que acuña frente al aumento insostenible de la cantidad de humanos; y con ella decanta lo que tal vez podría pensarse como una nueva etapa de su pensamiento. La figura de los parientes extraños (oddkin) releva a las del cíborg y las especies de compañía, pero sin desplazarlas del todo: como se hace patente en la fábula sumamente extraña con que se cierra el libro, los parentescos extraños conjugan lo híbrido del cíborg y lo afectivo y amoroso de la especie compañera. Su idea de pariente rompe con lo familiar, con el linaje, la reproducción y la especie. Lejos de pretender que tiene las respuestas, Haraway busca imaginar qué formas y caminos podría llegar a tomar una historia alternativa: porque necesitamos el recordatorio material, afectivo y sensible de que estamos todos emparentados en una “carne común”, en el mismo planeta dañado, en el mismo peligro.
Donna Haraway es una pensadora extraña e inclasificable, entrañable e imprescindible. La sobreabundancia de “extraño” y de adjetivos en “-ble” no es caprichosa: lo que hacen sus figuras e historias, su sugestiva rareza, es ayudarnos a ejercitar el músculo crítico de la “respons-habilidad”, a volvernos más capaces de sentir, pensar y responder.
Donna Haraway, Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno, traducción de Helen Torres, consonni, 2019, 368 págs.
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