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Terco es el que mantiene sus ideas y actitudes a pesar de que haya en contra razones convincentes. Eres más terco que una mula, le dicen al que salta el cerco, barrera limítrofe que, ahí donde se encuentra, tranca la esperanza. Así Ulises, protagonista de Ya no estoy aquí, filme de Fernando Frías de la Parra, quien con Los Terkos, tribu de adolescentes cholombianos, sube y baja la inmensa escalinata de piedra que cruza su barrio en Monterrey, la ciudad de las montañas del norte de México, y que baila la cumbia rebajada, hija del parcero ritmo de la cumbia colombiana y la cumbia de la Sultana del Norte (como se conoce a la ciudad mexicana). Sin remedio ante las razones convincentes, Ulises se exilia en Nueva York, la regia urbe de los rechazados del terruño.
La historia del Ulises de Frías de la Parra, cuyo nombre es de dimensión universal, tiene carácter particular al revivir a los cholombianos, extinta tribu urbana de inicios de los años 2000 a la que se han dedicado en México libros y exposiciones enfocados en su apariencia única, ropa colorida de talla extra para ellos y mínima para ellas, escapularios usados como banderas y amuletos, peinados asimétricos con mechas largas y cortas, y cabellos aplacados y parados, todo eso en una misma cabeza. Y la música y el baile, por supuesto, que fusionados con la moda dan cuenta de una de tantas exploraciones identitarias de la juventud, como es posible identificar en cualquier época. La desaparición de los cholombias, disgregados por las fuerzas políticas que son violentas en México, el país de las desapariciones forzadas, es uno de los motivos de Ya no estoy aquí.
Al filme de Frías de la Parra, que desplaza la mirada a Monterrey, ciudad de la que no se ocupa demasiado el cine mexicano, le viene bien el disfraz de película que expone la pujante influencia del narcotráfico en México; la barbarie del narco se ha convertido en entretenimiento, el éxito y la variedad de narrativas en formato de serie sobre el tema lo constatan. No es el caso de Ya no estoy aquí. Desvelando a Ulises, que bajo su cortina de cabello atesora los recuerdos en su mente, se descubre un filme en clave de coming of age sobre la amargura de ser obligado a cambiar, sobre el sobresalto que genera el portazo de la realidad, que pone el último clavo al cerco del crecimiento.
Se trata de una película que destaca por su arco narrativo en forma de periplo, con pinceladas de humor ―que celebra las diferencias entre Ulises, el cholombiano perdido en Nueva York, y una chica oriental― y elementos agridulces ―vistos en la cara de Juan Daniel García Treviño (el actor que encarna al protagonista), quien cambia de registro con sutileza y facilidad yendo de la alegría a la melancolía―, que plantea, entre otras cosas, que la esperanza es una ilusión, que ser terco, cuando se puede serlo, es resistir y aferrarse a la libertad.
Ya no estoy aquí (México, 2019), guión y dirección de Fernando Frías de la Parra, Netflix, 91 minutos.
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