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Mariano Saba reunió seis de sus textos dramáticos, representados en el circuito teatral alternativo de Buenos Aires entre 2014 y 2018, en un solo libro. Y les dio un título poderoso: La letra caníbal. Hay en lo caníbal una fuerte idea de acción, el acecho constante del ansia de alimentarse. Este tipo de letra vive alerta, selecciona a otras de su misma especie, las acorrala, captura, deglute y devuelve transformadas. Saba canibaliza discursos, estereotipos, jergas, refranes, con un gran oído y sensibilidad para asomarse a lenguas coloquiales o lenguas sofisticadas. Este dramaturgo caníbal registra idiolectos, los chupa, los aspira, los revuelve con la fuerza centrífuga de su prosa y los libera bajo su marca: un humor que renueva en el siglo XXI la tradición del grotesco argentino.
Aunque para eso utilice a menudo figuras y mitos de la cultura occidental, Saba se hunde en el barro de los problemas sociales, culturales y políticos de la Argentina, que es donde las letras canibalizadas se manifiestan. En Madrijo, el neoliberalismo desindustrializador de los años 1990 no llega a disolver el vínculo familiar, pero tensiona la relación entre la generación joven que ve escapar el presente, con el cierre del tren, el pueblo y la fábrica, y la generación anterior de la maestra normal aferrada a un pasado transfigurado en el fantasma deambulante de Alfonsina Storni. En El vuelo de la mosca, el campo ya no tiene vacas sino soja, el gaucho malo es una copia ridícula, y el poema póstumo del último poeta gauchesco, remedo de un Lugones pornográfico, no solo expone la decadencia de las familias patricias sino la del mundo académico. Ese mismo mundo protagoniza Lógica de naufragio, donde un debate sobre la obra de un conquistador y poeta español ignoto deriva en una discusión sobre Malvinas y expone relaciones ocultas entre los especialistas, haciendo evidente cómo lo político afecta lo personal. Si en esas tres obras es el pasado lo que sigue influyendo y condicionando el presente, en Esto también pasará Saba se corre hacia el futuro para observar desde allí un mundo en disolución, en el que una base argentina en Marte, sostenida más por la picardía de sus integrantes que por la tecnología venida a menos, muestra cómo la cultura se traslada con sus hombres. Remar, quizás su obra más madura, exhibe en los dos remeros extraviados tras lanzarse a una regata imposible la parte de ambición que sólo puede conducir a la perdición, mientras en el camino muestra cómo cada hombre carga en sus espaldas tradiciones, lenguas y genealogías. Por último, Veneno anticipa la catástrofe de una peste invasora (cucarachas, en este caso) para la cual el encierro parece ser la única vía de salvación.
Saba pone en primer plano la completa decadencia de ciertas facetas de lo argentino e ingresa allí por su punto más débil: la vulnerabilidad de sus discursos, listos para ser canibalizados. Lleva adelante ese proceso por medio de un humor hecho de diálogos llenos de réplicas inesperadas, tanto como para provocar la interrupción de la lectura porque, lectura caníbal también, es necesario levantar la vista para darle lugar y tiempo a la risa propia.
Mariano Saba, La letra caníbal, Eudeba / Proteatro, 2019, 220 págs.
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