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Mesas revueltas y collages

Santiago Villanueva

ARTE

Dentro de una mesa o un bastidor, el punto justo entre diversión y hastío deja su rastro. ¿Quién es Santiago Villanueva en el instante anterior a querer deshacerse del archivo de sus aventuras? ¿Por qué o por quién estaba tomado cuando hizo la primera mesa revuelta? ¿Qué ocurrió antes de que repitiera el gesto una y otra vez, una y otra vez? Las formas que toma la mezcla entre destrucción creadora, conservación revoltosa e historización torcida recorren todo su trayecto, desde la mudanza de la obra de Alfredo Piccoli hasta El Museo del Fondo del Paraná, o el fondo conceptual de Lo que pasó en la Navidad de 1980. Esta vez, una pulsión muy “delpretiana” estuvo presente en las mesas revueltas que mostró en El Vómito. La influencia de la metodología de Juan Del Prete en la muestra que curó al mismo tiempo que producía estos cuadros-collages habla de la continuidad borrosa que hay entre la figura de historiador, curador y artista en cualquiera de sus proyectos.

El cuaderno de un jovencísimo Villanueva rezó en lápiz una vez por día la frase: “Hoy voy a cambiar la historia del arte”. Acá las palabras resuenan también al revés. Cada mesa dice: “Hoy la historia del arte me cambió a mí”. Hay obras geniales por su drama personal y otras que lo son porque dicen “Soy los demás”. Pero es sobre todo la torsión en su manera de historizar y archivar lo que lo hace genial. La presencia de objetos comunes mezclados con archivo debería hacernos sospechar que detrás de estas obras no se esconde un gran recolector, sino una increíble imaginación para desordenar, perder o romper. Sabemos mucho acerca de recolectar, documentar y memorizar, pero ¿qué le sigue a esa acumulación? ¿Cuántas formas hay de deshacerse del archivo, incluso de esa palabra? La obra de Villanueva lo hace muchas veces desde un conceptualismo cándido que espanta ciertos sentidos comunes acomodados en las discusiones del arte.

Estas obras no son tanto un capricho como un ejercicio de extrañamiento con los materiales que atraviesan una vida. ¿Por qué hacerles eso? ¿Por qué deformar la temporalidad específica que se supone que debería preservar? Una sola mesa revuelta podría sugerir el querer desprenderse de algo con diversión, pero cuarenta delatan una búsqueda, una forma de dejar de tomarse en serio un archivo con mucha seriedad. Es la imaginación de una violencia buena, un gesto ni santo ni frívolo, el punto justo de estar tomado por dos sensaciones contrarias. El apego a lo doméstico iguala objetos. Y no por eso deja de desafiar el fetichismo del archivo personal. El valor de cada cosa se ve revuelto en cuanto pasa a ser un elemento plástico de la mesa en su totalidad. Los colores y las formas del lienzo preparan esa nueva ficción en la que cada cuadro alcanza una atmósfera específica en el momento en que los objetos dejan de ser lo que fueron.

 

Santiago Villanueva, Mesas revueltas y collages, El Vómito, Buenos Aires, 1 de octubre – 6 de noviembre de 2020.

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