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En el fantasma la anacronía dicta la ley. El espectro acabará por llegar, se sentará —una vez más— a la mesa con nosotros, sin que podamos anticipar su aparición. Su temporalidad, en todo caso, es ajena a la ansiedad que tenemos por verlo. En Entre nosotros, la muestra que tiene lugar en la galería Rolf y que recupera la presentación de Graciela Sacco en la 49° Bienal de Venecia, cuando se cumplen veinte años de su participación, no se habla sino de fantasmas. La muestra está integrada por una serie de registros fotográficos de las intervenciones que la artista realizó en aquella ocasión, así como por material de archivo —documentos, catálogos y entrevistas— y obras posteriores que entran en diálogo con las que Sacco en 2001.
La artista había sido seleccionada para participar en la Bienal, junto con Leandro Erlich, por la curadora Irma Arestizábal, quien por ese entonces afirmaba en una nota publicada en el diario La Nación que “la idea de la curadoría argentina fue la de trabajar con la dualidad de lo visual, en la medida que pone en movimiento el juego rítmico de la superficie y el fondo, de flujo y reflujo, de atracción y retracción, de aparición y desaparición, tal como lo hacen las mareas”. Si la presencia de Erlich apuntaba hacia cierto trompe l’oeil con su —ahora— tradicional pileta, Sacco intervino el edificio Fondaco dei Tedeschi, que albergó la presencia argentina ese año, con imágenes de ojos de personas de distintos lugares del mundo, que continuaban con la lógica espectral característica de su obra, pero donde comenzaba a vislumbrarse una preocupación creciente por las migraciones, las problemáticas urbanas y el costo de la tierra, que tendrán más presencia a partir de la década siguiente.
Por lo demás, la lógica que motivó la presentación de Sacco en Venecia parece haber estado marcada por el efecto visera, tal como conceptualizó Jacques Derrida la ley dictada por el fantasma: no vemos a quien nos mira. “Vistos por una mirada con la que será siempre imposible cruzar la nuestra”, tal como lo formula Derrida en Espectros de Marx (1993), los ojos intervenían el espacio de exhibición desde lugares imperceptibles, lo que provocaba encuentros inesperados, muchas veces imposibles. En la espera de la aparición del fantasma, su materialización se dilata —cuando no se anticipa— provocando encuentros que llegan siempre a destiempo. Pero puede resultar que el encuentro nunca se produzca. En sintonía con esto, y a partir de la intervención de Sacco, Elda Cerrato afirmaba en una nota publicada en Ramona que para ver los ojos “hay que saber que están, y dónde; [pues] no para todo espectador resulta fácil descubrirlos: hecho que puede jugar a favor, o no”.
Como era habitual en Sacco, escapó con sus imágenes espectrales del Fondaco dei Tedeschi, donde entonces funcionaba el correo de la ciudad, para realizar sus interferencias —así llamaba a sus intervenciones urbanas— sobre las calles de Venecia. La artista había realizado este tipo de acciones durante toda la década del noventa en distintas ciudades del mundo, por lo que era una práctica habitual en su trayectoria, como también lo era su reflexión sobre las problemáticas urbanas y la forma de habitar las ciudades. En ocasión de su presentación en la Bienal, afirmaba que “las ciudades, como los libros, pueden ser leídas e interpretadas. También pueden ser marcadas y señaladas como se marcan y señalan las páginas de una novela que no queremos olvidar, como se subraya un verso que queremos que perdure en nuestra memoria una vez que hemos cerrado el libro que lo contiene”.
En la muestra de Rolf, se recuperan —ahora como archivos— algunas de esas intervenciones a partir de los registros que Sacco produjo junto con su hijo, así como una instalación realizada a partir de esos mismos ojos que, transferidos sobre material traslúcido, constituyen la pieza central de la muestra. Dos registros realizados en polaroids recuperan el archivo de esa presentación realizada en el marco de la Bienal. Si el carácter espectral de la muestra se potencia con una obra donde debemos develar la imagen con una linterna que Sacco utilizó en varias ocasiones, especialmente en su serie ¿Quién fue? —la linterna lleva esa inscripción—, las características de archivo, además de los registros anteriormente mencionados, están presentes en la entrevista que le hizo Anne Wilkes Tucker, en las tarjetas postales que realizó en sintonía con el espacio de exhibición y en el catálogo de la muestra. Quizá falte en esta última mayor presencia del archivo, que permita dar cuenta de un acercamiento más exhaustivo a la participación de Sacco en Venecia, aunque lo cierto es que se confunden constantemente los archivos que utiliza para realizar sus obras con aquellos que se producen como registro y documentación de sus obras e intervenciones. El fantasma, en todo caso, habita en ambos lados.
Graciela Sacco, Entre nosotros, Rolf Art, 17 de diciembre de 2020 – 20 de marzo de 2021.
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