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A tono con la época, proliferan ficciones de catástrofe, de desastre inminente, de fin de mundo a la vuelta de la esquina, como si la destrucción fuera a acontecer de pronto, sin aviso, y no viniera incubándose desde tiempo atrás. Se trata de ficciones que dan a la imaginación el consuelo falaz del desenlace abrupto y que anulan la zozobra que deberían provocar al eludir el asomo de cualquier interrogante respecto a la responsabilidad, global y propia. Son ficciones ansiosas, parapetadas en un circuito de consumo pueril y descarte veloz. En Big Rip, flamante ladrillo de ochocientas y pico páginas, Ricardo Romero da su propia versión del apocalipsis pero, a diferencia de esa ficción expeditiva, fofa y haragana, procura complejizar el asunto. Dar cuenta del argumento implica seleccionar entre nodos, más tratándose, no del fin del mundo, sino del fin de la realidad por el colapso del universo. Tomemos algunos.
Un tatuador tartamudo, que heredó el oficio del ex cantante de una banda punk, ídolo de su adolescencia, y un empleado de correo que envía cartas de amor o intimidatorias para mantener la farsa de funcionamiento de la oficina y que suele ver el fantasma de su hermana muerta gotear sangre, se cruzan en la galería cuasi deshabitada donde desempeñan sus labores y hacen migas. Intercalada entre el presente de la amistad y la vida previa de ambos antes de conocerse, hay una enigmática voz sin nombre que asume la de los personajes de las historias que se cuenta. Estas historias, que se expanden gradualmente y parecen suspenderse en el vacío de la narración, repicarán, desfasadas, en la nueva vida de los amigos, cuando sean otros y ni el nombre ni la apariencia permita reconocerlos. Porque así como hay un personaje tartamudo, promediando el relato es la propia novela la que comienza a tartamudear. Pero antes hubo avisos, señales imperceptibles, visajes con el rabillo del ojo. Calles y lugares que de pronto no están donde deberían, o que se estrechan o bifurcan, colectivos que mutan su recorrido habitual, teléfonos públicos que desgarran el silencio de la noche y encierran voces solitarias. Y desapariciones. Primero como un murmullo ajeno y luego como un suceso propio, hay personas que no vuelven a sus hogares o que faltan, súbitamente, dejando trunca una conversación iniciada. El engarce de algunas señales llevará al dúo a seguir el rastro estéril de una conspiración, porque resulta más sencillo buscar un culpable orquestando la fanfarria que vislumbrar que es la realidad lo que se viene a pique, y con ella, las certezas de la vida cotidiana.
Y si la realidad falla, deja de haber enlace entre sucesos, como también entre las partes del relato. Sin transición, entonces, un tal Pripián, linyera con pasado de mayordomo lúbrico, se hace cargo de una historia que oscila entre el pasado laboral y un presente distorsionado en una plazoleta donde un soldado es asesinado una vez y otra. Un relato, dice él, “entre la opacidad y la transparencia” y que devuelve la posta al dúo de amigos siendo ya otros, la identidad trasmutada en aquello que antes parecían. En este punto, la profusión de historias se incrementa y bascula sin eje. Secretarias apresadas en oficinas, una tuerta que ve y oye cosas que no están, asesinos metódicos, estafadores receptivos con sus víctimas, soldados de antaño que prueban el filo de sus espadas. Porque si la realidad es el campo gravitacional de las historias, aquello que las mantiene unidas, cuando falla, estas quedan huérfanas, flotando en el vacío, repitiendo la perorata que somos, el sustrato último de la identidad. “El fin”, dice un personaje de Beckett, “está en el comienzo y sin embargo continuamos”. Y en esa frase de un escritor que no es ajeno a Romero se cifra la anomalía de Big Rip, cuya estructura, lábil e inconclusa, refracta la del argumento, y cuya escritura, tan precisa como resbaladiza, bebe de fuentes diversas (David Lynch, China Miéville, M. John Harrison), como así también fagocita motivos de su obra anterior. Ambiciosa pero no total, Big Rip es una gesta ante tanta inmediatez; un conjuro contra la ansiedad.
Ricardo Romero, Big Rip, Alfaguara, 2021, 816 págs.
Imagen: Sin título, de Marcelo Pombo, marcador y birome sobre papel, c. 1993-1995, https://marcelopomboimagenesliberadas.com/(bajo licencia de CC BY-SA 4.0).
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