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LITERATURA ARGENTINA

En palabras de Robert Bresson, “el cine debe expresarse no a través de imágenes sino de relaciones entre las imágenes”. Esta dimensión relacional, con su sesgo cinematográfico, es la que dota de sentido narrativo a la sucesión de poemas-escenas que compone Excursión, cuarto poemario de Silvina López Medin (Buenos Aires, 1976). El relato subjetivo de ida y regreso de la protagonista —y la figura protagónica en sí, suerte de traslación odiseica en la que lo épico ha sido desplazado por lo privado y doméstico— es sobre todo un efecto del cuidado montaje, saturado de resonancias fílmicas.

Dos citas de Marguerite Duras abren las dos partes asimétricas del libro, tituladas “Excursión” y “Obra viva”, montadas respectivamente sobre cuadros fragmentarios que trazan el itinerario de extravío y de retorno. La primera cita, “Te has salido del campo de la cámara”, remite al mediometraje El hombre atlántico (1981), en el que Duras forcejea con las potencias e insuficiencias de las imágenes. En esto juega un papel determinante el acotado mundo objetual del libro de López Medin, con su red de recurrencias: por ejemplo, un aro metálico —o la voz del hermano— que en el hotel se deposita “en la palma de ella / con lentitud ritual, / él encontró eso que a ella le faltaba”, pero que es también un anzuelo; replicado bajo esa forma en el barco para sentenciar a un pez descabezado, y vuelto a ser al final aro extraviado, del que era necesario desprenderse. Otro tanto sucede con el neón de la marquesina del hotel, que retorna, desasosegante, ligado a un entramado visual, lumínico y auditivo que persiste en la sensorialidad parca pero tenaz de los textos.

El fragmento 11 de la primera parte da cuenta del título de la segunda, en términos de una separación marcada por la línea de flotación del barco: “Obra viva: / parte del casco que está dentro del agua”. La cita de Duras, esta vez procedente de su ensayo Escribir (1993), devuelve a lo doméstico, si bien aún signado por la posibilidad de perderse: “Ese extravío de uno mismo por la casa”. Esta segunda parte consta de poemas, titulados y no numerados, en los que la primera persona del plural domina sobre el singular, los interiores son hogareños y los exteriores compartidos, vacacionales, familiares. Vuelven pedazos del imaginario anterior, pero el resultado del montaje es muy otro: hay una relación distinta entre las imágenes. Ahora las preguntas sí pueden formularse, aunque por eso mismo hayan perdido su gravedad (“no sé / qué pregunta era, lo que importaba / era poder hacerla”). Ya no se está ausente, ni ansioso, ni hay deseos de alejarse; “las cosas que no encastran” no resultan acuciantes, ni existe una necesidad de clausurar el relato, “como si quisiéramos dejar ese hilo suelto”. El desgaste, con sus marcas, se hace de nuevo presente, pero es “otra forma de hablar de lo que no termina nunca / de desvanecerse”. El universo lumínico persiste, con sus intervalos de luz y oscuridad, pero “la duración de uno y otro marca un ritmo”. Y en esa medida resulta habitable.

 

Silvina López Medin, Excursión, Bajo La Luna, 2021, 64 págs.

 

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