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Ya hemos absorbido esa esponjosidad entre poeta y entorno desde el primer, reconocido, libro de poesía de Germán Carrasco: La insidia del sol sobre las cosas (Dolmen, 1998). El sol es un foco y las cosas —los lugares próximos, la calle— son su materia verbal. “Me han asociado a la ciudad, en especial a Independencia; también a La Reina, y a la torre de la esquina de Provi y Antúnez […] También al centro de Santiago, al Paseo Ahumada de Lihn”. Veintitrés años después de aquella primera publicación, vamos aún sobre el solar, surcando la cobertura, cuando de pronto nos sumergimos bajo tierra, las catacumbas del subte, y nos topamos con los apuntes de Una mantis en el metro. El poeta en ese viaje, tanto horizontal como vertical (se sabe también que es asiduo a trekkinear cerros), ha escrito una miríada de versos, pero también prosa, de alta gama, como estilan decir los periodistas de prensa criminal: A mano alzada (2013), publicado por Cuarto Propio, Prestar ropa (2019), por Lumen, Retrato de la artista niña (2019), por Ediciones UDP, y, por la misma casa editorial, un palpitante prólogo a una traducción suya de textos de Robert Creeley, el poeta estadounidense: Autobiografía y otros textos (2010).
Hay en todos estos títulos signos comunes (la poesía, el cine, una crítica al neoliberalismo chileno, la constatación de un panorama y no de una “generación” de escritores, la roncadera que provoca la idea hoy de poeta-rey) que en La mantis en el metro se consolida con un catastro de sus propios implementos, señalando sus usos y proveniencias; muestra sus cartas, toma posturas. En este sentido es un libro político, no sólo desde la óptica de la memoria reciente, sino desde la práctica de un oficio. Esto ocurre especialmente en el último capítulo, titulado “Bajada de línea”, que ocupa casi una cuarta parte del libro, donde se conoce, por ejemplo, el mito de origen del poeta (cuando un profe le pide en el colegio que describa una ala de mosca) o una serie variopinta de textos, películas, bandas claves en su formación (Adorno, Bresson, Koreeda, Mistral, L7). Carrasco, sin bien situado, contextual, no ignora la necesidad de una poesía que atraviese el habla latinoamericana. Luego de ganar el premio Diario de Poesía en 1999, se larga a vivir a Buenos Aires, donde se empareja y nace su hijo. Hay alguna que otra manifestación de su poética trasandina, más allá de su simpatía por la poesía de Martín Gambarotta, que cruza el texto. Menciona, por ejemplo, en alguna parte: “Sin Perlongher no hay Lemebel, que es su mejor traducción: lo lleva a la prosa y lo aterriza en el barro de la exclusión local chilena no visitada antes por ningún escritor”.
En cualquier caso, más allá de este texto programático (bajada de línea le dicen en Argentina dictar cátedra, una humorada), el libro está plagado de prosas exuberantes: una crónica sobre el Pianista Escrachado, una plegaria para repetir tres veces en caso de emergencia, un diálogo entre Germán Carrasco y ¡una mantis! o un tratado sobre lo que denomina el “antiformato”. Lo rizomático de su poética, que no se ha convertido en molde ni repetición, sino en un insistente proceso de asentamiento —digamos que ya estamos hablando del poeta adulto—, no en un macetero (el formalismo porque sí le parece un fraude), sino en un patio atiborrado de hermosas malvas, mimetizándose con ellas. Una vindicación de lo menor y lo ínfimo. Una historiografía de lo diminuto, como ya se anticipa en el epígrafe de Susana Thénon (“Hagamos / otros dioses / menos grandes / menos lejanos / más breves y primarios”).
De la maceración del estallido de octubre de 2020 en el reposo de una pandemia que no se esperaba nadie, y que zafó, como dice el poeta, al gobierno inoperante de Piñera de dar cara a lo que había ocurrido, surgen estos textos muchas veces cargados de un humor negrísimo. Pocas son las fortunas de un lector común de verse riendo ante un libro con esa despampanante carcajada, honesta, indisimulable, como las que se escucha ahora a los adolescentes expulsar al ver un meme. Este es un libro para comprender el taller de carpintería, la mesa de disección, de uno de los poetas ineludibles de los años noventa latinoamericanos.
Germán Carrasco, La mantis en el metro. Apuntes sobre memoria reciente, poéticas y revuelta, Seix Barral, 2021, 194 págs.
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