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En castellano, la poesía de Roger Gilbert-Lecomte (1907-1943) llegó de la mano de Aldo Pellegrini, en su célebre y siempre celebrada Antología de la poesía surrealista (1961). Allí se lo encuentra en la sección “Poetas de lenguaje surrealista”. Casi dos décadas después aparecerá en Venezuela una pequeña antología de prosa y poesía: El gran juego (1979). Y, tras un vacío temporal-editorial, aparecerán en España, en 2016, El gran juego. Revelación-Revolución, con textos y declaraciones de la revista Le Grand Jeu (1928-1932), publicación que comandaron René Daumal y Gilbert-Lecomte, y, en México, El gran juego y otros textos, selección de poesía y prosa, en 2017. A esta justiciera constelación de recuperación poética se suma ahora el volumen Espejo negro. Seguido de una antología poética, con traducción, notas y ensayos de Adrián Bollini.
Gilbert-Lecomte sólo vio dos poemarios suyos publicados, en 1933 y 1937. Bastaron para que fuera apreciado de este modo por Artaud: “Hay en la poesía de Gilbert-Lecomte una nostalgia por una tradición perdida, y el eco lejano de algunos grandes gritos místicos, algo de ese tono que avanza amenazante en los escritos de Jacob Böhme o de Novalis”. Pellegrini lo llamó “verdadero místico del abismo” y “explorador de la noche impenetrable”, tal como Bollini destaca toda “esa vida consagrada al misterio de su diosa nocturna”. Oscuridad, que es la muerte, no como fin trágico sino como destino: alteración de estados. Lo que se apaga y deviene oscuridad completa: un repliegue a un territorio despersonalizado y esencialmente “ontologizado” con lo permanente-“inmutable”; el devenir del tiempo en su eternidad.
De este modo, las apariciones, como apariencias macabras, pueden ser la metamorfosis de la memoria. Como en el poema “La infancia Santa o Supresión del nacimiento”: “Voy a hablar de lo negro. / Muñeca de porcelana / Hundida en el humus del bosque descuidado o traidor / Donde danzan esqueletos vestidos de arañas / Hojas muertas con bordados / Voy a hablar de lo negro / En el aliento de las cavernas / En los hongos de ojos fosforescentes / Voy a hablar de lo negro en caracoles anudados / Voy a hablar de lo negro / En la lluvia en el hollín / En el círculo de agua de luna esparcida en los pozos”.
Otra sección del libro, “Haikais”, contiene intensas imágenes delicadas: “El Océano, esta mañana, / Canta un epitalamio / En sus caracoles de nácar”; “Mis sueños: murciélagos / Que pastan estrellas / En prados celestes”; “En el cielo de ceniza, / Como una última brasa, / La pequeña estrella”; “Esta tarde el sol / Rojizo se acuesta / Frente al arcoíris”.
Los títulos de los poemas pueden ser ilustrativos: “El huevo místico”, “Revuelta”, “Los cuatro elementos”, “La eternidad en un abrir y cerrar de ojos”, “La cabeza coronada”. Surgida en un período de entreguerras, y durante los primeros años de la década de 1930, es una poesía que carga su “tragicidad” expresando también un viaje, que es una búsqueda nunca exenta de interrogantes. (Y paradojas, cual William Burroughs avant la lettre: el “Espejo ojo mira un ojo que lo mira”).
Junto con una detallada cronología, Bellini explora en dos ensayos las múltiples facetas y dimensiones del poeta (su juventud, el empleo de drogas, el orientalismo) y la poesía misma de Gilbert-Lecomte. Es la obra de un “creador de mundos”, como Blake, Milton y Dante, donde se orienta y ambiciona el camino de un “retorno a la pureza del no ser”.
Roger Gilbert-Lecomte, El espejo negro. Seguido de una antología poética. Edición bilingüe, traducción de Adrián Bollini, Alción, 2021, 197 págs.
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