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Bruno Brum, “Angu da influência”, poema incluido en Cada, Belo Horizonte, Lira, 2007.
Es bastante recordada una de las frases conclusivas del ensayo de Borges: “El hecho es que cada escritor crea a sus precursores”. La idea busca ir en contra de un entusiasmo crítico de tipo escolar que organizaba la historia literaria alrededor de cadenas de filiación e influencia, según el cual existe una combinatoria única de autores destinada a engendrar resultados literarios individuales, clamorosos y precisos. Borges dice que así como la mirada del presente organiza el pasado, un escritor puede hacer visibles libros que hasta ahora estaban en otro lugar de la serie o de las tradiciones, o eran secretos o estaban oscurecidos, etc.; dice que hay un efecto reorganizador de la literatura en cada autor o en cada libro.
A la vez, Borges busca demostrar que los precursores de un escritor son en general más bizarros y heterogéneos que cualquier secuencia organizada con fines comprensivos; y que en este punto, por lo tanto, todo diagnóstico parece restringido en el tiempo e insuficiente. Ninguna sumatoria o combinatoria de precursores da como producto un libro o una estética específica. Evidentemente hay acá una crítica severa a la ideología autoral y al pensamiento según el cual la originalidad o la evolución artística son cosas regulables, o sea administrables, por los críticos y profesores. En fin, intenta romper con cualquier ilusión teleológica del arte y con la mínima idea de progreso que pueda concebirse alrededor de esas cadenas de filiaciones retrospectivas.
Pero me interesa ahora señalar algo por supuesto evidente. Borges admite y da por descontado el trabajo activo del escritor sobre el pasado, precisamente al crear sus precursores. Sin embargo, que los haya creado no significa necesariamente que los haya leído o conocido. Más bien lo intrigante es que la misma idea de crear precursores puede ser (no siempre lo es) pasiva e involuntaria, y probablemente casual y más probablemente ignota. En este punto, el escritor resultaría un ser demasiado condicionado por el pasado, sobre el cual sin embargo se recorta sin armas eficaces para organizarlo.
Mano única. En el artículo de Borges el escritor está de espaldas al pasado, creando sus precursores y abierto (es una forma de decir) a las lecturas del futuro, acaso a sus propios sucesores. Con una lógica contraria, leí hace poco un muy extraño poema en prosa, quizás un poema de una sola línea, que plantea radicalmente el punto opuesto: el escritor de espaldas al futuro por una comprensible imposibilidad cronológica. En verdad, estamos demasiado acostumbrados a que el escritor opere sobre la biblioteca, ámbito que lógicamente tiene su origen en el pasado. El poema de Bruno Brum, copiado abajo, tiene la virtud de instalarnos en el sitio desde el cual el escritor es un ser ignorante radical; no conoce buena parte de los libros a cuya escritura habrá contribuido mediante su propia obra.
Así, las premisas alrededor de la idea de influencia, incluso la de precursor, están puestas en entredicho, aunque no a través de un desarrollo argumental. El guiso de las influencias en el limbo de la literatura parece ser todavía más impreciso y fatal, azaroso, que en el mundo de los tiempos sucesivos. Estamos en el país de las escrituras simultáneas, o sea, las lecturas. El autor que está detrás de cada libro y cuyo nombre autoriza las páginas interiores ignora lo que vino después. Esa ignorancia habla también hacia el futuro, porque los muestra, a los autores, huérfanos de aquello que para nosotros es obvio y nos pertenece, y por otra parte es natural que nos pertenezca.
Esta dimensión melancólica y trágica no es el último mérito del poema de Brum. También hay que reconocerle que funcione como un réquiem irónico a la confianza que depositamos en la memoria y en la historia literarias, en donde realizamos todo el tiempo operaciones de ida y vuelta. Este poema viene a decir que hay obstáculos insalvables; si no para esta tarea de ir y venir, sí para la imaginación que asignamos, un poco despreocupadamente, a los escritores del pasado, cualesquiera sean.
En su reiteración fáctica y su letanía enumerativa, el poema de Brum diseña un paisaje de desolación intelectual. Los pares que establece no son necesariamente relevantes, porque lo sustancial pasa por la transacción imposible entre el tiempo de la posteridad literaria y el tiempo de la vida y la presencia física reales. Las influencias literarias, si se las puede llamar así, van por una mano única en la que es imposible retroceder o doblar en U: los autores muertos ignoran lo que se escribirá después de ellos, como también ignoran en qué medida esa escritura póstuma modificará la propia, hecha en vida. Así, cada escritor abandona este mundo como un precursor en potencia, un grado cero de algo, solo que no lo sabe.
Pero hay algo que requiere una mención aparte y uno no sabe muy bien dónde ubicar, si en el plano de las emociones intelectuales o de la sensibilidad metafísica. Cuando leemos “ovídio não leu flaubert”, “heródoto não leu huidobro” o “kafka não leu drummond”, ponemos primero en correlación los pares, naturalmente o no, y enseguida advertimos la extraña solidaridad de los seres, escritores en este caso, muertos. No leyeron a, no fueron leídos por. Es de esas cosas que sabíamos desde antes, incluso desde siempre. Pero el poema, al decirlo, le otorga al hecho un espesor cruel, un matiz de desdicha.
El angu es un guiso con tapioca o maíz que proviene de la comida esclavista. El angu del título, claro, también alude a la famosa tesis de Harold Bloom, “la angustia de las influencias”, con la cual parece dialogar en primer lugar; pero también, por extensión gastronómica y ademán conceptual, establece un vínculo evidente con la poesía concreta. El carácter enumerativo del poema es solidario con el título y refiere a la idea de elementos mezclados y revueltos. (No otra cosa es la historia literaria para Borges.)
Bruno Brum nació en Belo Horizonte en 1981. El poema se incluye en la página 24 de su libro Cada. Trato de mantener los cortes de línea como en el original impreso. Aunque es innecesario constructivamente porque allí se atienen al ancho de la maqueta, de todas maneras adquieren así una resonancia si no particular sí afín, probablemente, a las expectativas de Brum.
Angu da influência
Rabelais não leu mishima kafka não leu drummond
ovídio não leu flaubert heródoto não leu huidobro
hölderlin não leu augusto dos anjos hesíodo
não leu dante victor hugo não leu kerouac
safo não leu camões rimbaud não leu borges
zenão não leu torquato baudelaire não leu bashô
pessoa não leu rosa sólon não leu petrônio
shakespeare não leu maiakovski oswald não leu
leminski confúcio não leu peirce odorico não
leu haroldo apuleio não leu lautrèamont cruz e
souza não leu burroughs gregório não leu pound
a vida é assim mesmo
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