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Hace muchos años, fui a un evento literario en Inglaterra en el que un escritor prominente se quejaba de que cada tanto lo abordaba un adolescente con semblante serio lamentándose por el estado de la literatura contemporánea. Lo que le decían estos mocosos (todos chicos, por supuesto) era que habría de publicar una revista literaria para reavivar la escena y dar lugar a las nuevas voces que seguramente representaban su salvación. El problema, decía este escritor, era que la revista “nueva” que tenían en mente era siempre un compendio de textos subbukowskianos, con mucho sexo, droga y alcohol, ni hablar de la testosterona. Una consecuencia lamentable del movimiento romántico (y varios movimientos más) radica en que un cierto tipo de adolescente de temperamento “sensible” ve la creación artística como sinónimo del éxito sexual, lo que les confiere ciertos “derechos”. Más lamentable todavía es el hecho de que muchos hombres “artísticos” con edad de saber mejor han mantenido estas creencias, de manera consciente o no. No tengo dudas de que en todo el mundo los adolescentes siguen abordando a sus ídolos literarios quejándose del estado actual de la literatura y cantando los méritos del sexo, droga y alcohol, pero quisiera creer que hoy en día lo hacen desde una base bastante más diversa y que, cuando crezcan, estos “derechos” serán definitivamente cosa del pasado.
Con Bergstamm, Pierre Fankhauser ha escrito una parodia extraordinaria del fenómeno del romanticismo adolescente literario y sus consecuencias poco afortunadas en las alturas alpinas de Suiza. Un colegial con aspiraciones literarias y románticas tiene la “suerte” de contar con un maestro que también es un escritor famoso, el único suizo en haber ganado el muy prestigioso Premio Goncourt. Este señor es conocido por la planta escolar, cómo no, como el Maestro. Su mecenazgo, por lo menos al principio, incluye la colocación de una socia artística para su joven protegido que va a representar su poesía con danza. No sorprenderá a nadie que esta colaboración artística devendrá en una relación amorosa que involucrará también al maestro.
Lo que sigue, escrito en una prosa de una complejidad empalagosa que bien evoca los excesos románticos y sensuales de la adolescencia, además de unos ecos más sofisticados (difícil, por ejemplo, no pensar en Las penas del joven Werther de Goethe y otras Bildungsroman), traducido con gusto por Silvio Mattoni, es una avalancha de amor, celos, libidos en competencia y otras angustias cuya complejidad crece de manera progresiva mientras Fankhauser va agregando nuevos elementos al relato. El lector se entera temprano de que el joven colegial, Walter Bergstamm, en efecto, llega a ser un escritor exitoso también, nada menos que el segundo suizo en ganar el Premio Goncourt, posiblemente como resultado de un plagio de la obra de un suicida, y con cada nueva revelación (incluido un fragmento de una novela supuestamente escrita por Bergstamm inmediatamente después de los eventos relatados en la narración principal), empezamos a ver que al autor nos ha sumergido en un juego de espejos que se desdoblan cada vez más.
Inicialmente muy distinta a su primera novela, Sirius, que es de una oscuridad deliciosa, Bergstamm fascina mientras Fankhauser va trastocando sus sujetos y tramas hasta llegar a la violencia que, nos damos cuenta, siempre estaba al acecho. Otra vez, su pasado como crítico de danza le permite un abordaje original; como en una representación de baile, a Fankhauser no le molesta el escenario artificial creado por esa prosa barroca: sabe que lo importante es la actuación de los bailarines, y ni hablar del autor mismo.
Pierre Fankhauser, Bergstamm, traducción de Silvio Mattoni, Paisanita Editora, 2022, 190 págs.
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