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Obra del demonio es la lucha encarnizada de una coreógrafa consigo misma. Ella la llama “obra del demonio”, expresando la pequeña ira que siente un artista cuando su trabajo se vuelve una rotunda obsesión. Un agujero negro que captura energías, deseos, ideas, tiempos. Esa densidad hizo que convivan muchas obras dentro de una misma obra, muchas preguntas dramatúrgicas en un mismo universo estético.
Hay una pregunta filósofica y poética: ¿cómo volvemos al teatro luego de una tragedia como la que vivimos los dos últimos años?; ¿qué vamos a encontrar en ese particular espacio público que es la sala de teatro? Y la pregunta va unida a un atisbo de respuesta: no podemos, no debemos volver iguales…
Hay una pregunta historiográfica: ¿cómo evocamos a una artista canónica como Pina Bausch desde un escenario argentino? Ante esa pregunta, la respuesta es desenfadada y desidentificatoria. Sí, Pina está por todos lados, ¿y qué? El canon es embarrado, saturado de significantes como proponía Néstor Perlongher con su idea de barroco barroso. El resultado es una apropiación sincera y sensiblemente genuina de la estética de una artista conmovedora.
Hay una pregunta sobre la recreación de obras de danza: ¿cuál es la fuente histórica de una invocación? La respuesta la da una escena en la que el grupo de intérpretes observa la proyección de una escena de Café Müller reinterpretada por el antiguo elenco de la compañía de Pina y la reactiva tomando sólo el sonido como documento. Al desarticular la lectura de un “original”, la danza elude el dispositivo de la versión y habilita una serie de movimientos en donde el pasado existe como ausencia, como un diálogo asincrónico entre realidades diversas.
Así, se abordan los que quizás sean los grandes de temas de la obra de Pina: las relaciones sexoafectivas, las identidades de género, el humor grotesco, el miedo, la soledad, la angustia, la muerte y el amor. Los y las intérpretes Celia Argüello Rena, Pablo Castronovo, Hernán Franco, Iván Haidar, Bárbara Hang, Josefina Imfeld, Alina Marinelli, Margarita Molfino, Andrés Molina, Quillen Mut, Rodolfo Opazo, Florencia Vecino y Diego Velázquez dan forma a una especie de pequeña comunidad, una suerte de familia, y ahí también se puede vislumbrar una invocación a sus tradicionales elencos. La obra critica y actualiza el legado de Pina Bausch desdibujando el binarismo de sus personajes y llevando su dispositivo del gestus a una realidad sociohistórica completamente nueva. Allí vemos hombres desconcertados, mujeres frágilmente empoderadas, seres felizmente afincados en su opacidad.
Hay finalmente una pregunta sobre las condiciones materiales de producción. En una ciudad donde el presupuesto para el financiamiento de obras de danza es infinitamente inferior al del teatro en general, esta obra del demonio proclama la danza-teatro como una consigna política. El teatro es danza, la danza es teatro y el Cervantes debe ser un espacio en el que podamos ver obras de danza. En ese mismo sentido, se desmiente la idea de que la danza contemporánea no es un arte popular. Se puede hacer una obra de danza contemporánea profunda, con interpretaciones brillantes y a la vez divertida, grotesca, desenfadada y emocionante.
Obra del demonio, coreografía, dramaturgia y dirección de Diana Szeinblum, Ciclo Invocaciones XI – Bausch, Teatro Nacional Cervantes, Buenos Aires, hasta el 16 de octubre de 2022.
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