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El templo del chivo expiatorio

Alexander Kluge

TEORÍA Y ENSAYO

En antiquísimas urbes de Oriente, como Uruk o Babilonia, el sacrificio de una víctima expiatoria constituía una vía para mantener cierto equilibrio social por un tiempo. Según el pensador francés René Girard, la ópera ocupa ese lugar ritual y paliativo cuando la religión lo empieza a dejar vacante (esa impronta ceremonial estaba en el origen de la tragedia griega, según la célebre tesis de Nietzsche). No fue casual que, en el siglo XIX, junto al palacio de justicia y la bolsa de comercio, las metrópolis construyeran un fastuoso teatro para llevar a escena este género que combina música y drama. Figura fundamental del Nuevo Cine Alemán, narrador, productor y director de programas culturales para televisión, ensayista y apasionado de la ópera, Alexander Kluge retoma esta idea de Girard en uno de los textos breves de esta compilación y la lleva al título del libro: El templo del chivo expiatorio. Historias de la ópera.

“La ópera más antigua, presentada no en un teatro, sino en una iglesia, fue escrita en el 1600. En los 417 años siguientes, se compusieron alrededor de 80.000 óperas”, afirma Kluge en el prefacio. ¿Cómo abordar semejante corpus? A través de la crónica, el fragmento autobiográfico, la reflexión estética y filosófica, el diálogo, la ficción breve, los textos de este libro —en excelente traducción de Victoria Cóccaro de la edición en inglés— constituyen un recorrido, subjetivo y cautivante, por ese gigantesco acervo de dramas musicales. Como en 120 historias del cine —editado por Caja Negra—, Kluge compone miniaturas en las que la narración y el ensayo se enfrentan en un duelo que ambos ganan.

En “La opereta favorita de Hitler: La viuda alegre”, se cuenta que uno de los libretistas —se trataba de Viktor Léon— de esta obra fue deportado a un campo. Uno de los jefes nazis a cargo del traslado en tren se enteró de que entre los prisioneros estaba el libretista y mandó que lo separasen, pero no lo encontraban. El tren se fue llenando hasta llegar a destino y la excepción seguía sin concretarse. El libretista se suicidó antes de que lo salvaran o lo mataran. Como esta, varias de las historias relatan episodios, ligados de diversas maneras a la ópera, ocurridos durante la Segunda Guerra y las ocupaciones de los nazis.

Hay también crónicas sobre los incendios, o bombardeos, que padecieron las óperas de Fráncfort, Viena, Berlín o El Cairo. Como parte de esta serie, en “Fuego en el Ringstheater”, Kluge relata que Heiner Müller le mostró un tesoro que había encontrado en un departamento veneciano del fallecido compositor Luigi Nono: un proyecto de ópera sobre el terrible incendio de la Ópera de Viena en 1881 durante una función. Si bien lo continuó, por su enfermedad Müller no pudo terminar la obra. Otra crónica da cuenta del incendio de 1987 de la Ópera de Fráncfort; allí John Cage, que estaba en los ensayos finales de Europeras 1 & 2, se llenó los bolsillos con micrófonos y grabó el “silbido infernal” que producía el fuego al succionar el oxígeno.

Amigo y maestro, Theodor Adorno aparece en varios de los textos; fue él quien le presentó a Fritz Lang (“mi hermano kitsch”, llamaba en broma el filósofo al cineasta), de quien Kluge fue asistente de dirección en varias películas. Como si no tuviera suficientes talentos y ocupaciones, el joven Kluge hizo su doctorado en derecho sobre la autonomía universitaria y fue asesor legal del famoso Instituto de Investigación Social de Fráncfort. “Todas las óperas son sobre una guerra civil en suspenso, en el alma”, le dijo Adorno a Horkheimer en 1940, mientras preparaban un proyecto de investigación. Es inevitable conectar la reflexión de Adorno con el planteo de Girard sobre las tensiones, conflictos y energías sociales que se ponen en juego en la ópera.

Otra clave para leer esta compilación acaso esté en el relato en el que Kluge cuenta que cuando estaba en sexto grado, con problemas de adaptación escolar, proyectaron en el cine de su ciudad, durante catorce días, una película italiana doblada al alemán, Il sogno di Butterfly, que versionaba libremente la ópera de Puccini. Asistió a todas las funciones y fue su primera gran experiencia cinematográfica. Una película impregnada de ópera y melodrama fue el comienzo de dos de las grandes pasiones de Kluge. En estos relatos no sólo confluyen la ópera y el cine; la escritura de Kluge articula de manera brillante narración, historia y pensamiento.

 

Alexander Kluge, El templo del chivo expiatorio. Historias de la ópera, traducción de Victoria Cóccaro, Libretto, 2021, 238 págs.

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