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La invocación remite al ritual pagano, al aquelarre. La invocación reúne a la comunidad en torno a un círculo mágico donde acontece el prodigio. Así, las personas, cuando acceden a la sala del Cultural San Martín, se sitúan a telón abierto ante el semicírculo que forma el ruedo de una plaza de toros. Al sentarse, el público cierra el lado que falta.
La “ceremonia” comienza con música de pasodoble taurino y, al punto, comparecen en escena unos monosabios como salidos de una estampa rancia. La situación es dramática: un ruedo que, en desuso, resulta completamente artificial; dos andaluces de cromo que se saben de memoria los versos del poeta; dos prestigiosas profesoras invitadas a un homenaje institucional a Lorca, pero no ante público en directo, sino emitido por streaming con traducción simultánea… Una profesora, la mayor, llega acompañada por su asistente, un joven con aspecto de seminarista absolutamente sometido a la interpretación que aquella especie de Bernarda Alba de los estudios literarios (bastón incluido) ha momificado en un ensayo escrito en cuartillas amarillentas. Del otro lado, una profesora de nombre Mariana Pineda, antigua alumna de la primera, que tomó su propio camino y, a juicio de la mayor, la traicionó.
Sobre la arena se inicia un encarnizado debate entre las dos lectoras de Lorca. Pero de bajo la arena surge, de pronto, el seductor develarse del deseo homoerótico entre el monosabio andaluz y el asistente argentino, con la acechanza de la muerte entre bambalinas, a golpe de recitado entre la voz mecánica de la memorización y las lecturas en voz alta de la vanguardista obra de “teatro imposible” El público, que desata la salida de todos los armarios: el de la orientación sexual, el de la interpretación, también, de los textos literarios. “¿Esto lo escribió Lorca?”, se pregunta asombrado uno de los andaluces. Sí, lo escribió.
La relectura es exquisita. La dramaturgia, tan lúcida como irónica. La puesta en escena tensa los mitos ibéricos de los toros y del poder omnímodo del cisheteropatriarcado que encarnan el cruel Pedrosa, el traidor Pedro de Sotomayor que no sabe desangrarse por amor, o la tirana Bernarda Alba que niega “la fuerza del sexo”. Las interpretaciones que el duelo hermenéutico suscita, tan explosivas (pues ¿qué es el amor en Lorca sino “bisturí de cuatro filos […] / ¡herido! / ¡muerto de amor!”?), remueven lo más profundo. Y es que cuando se pone en escena la obra de Lorca, se siente como si algo vibrara bajo el suelo. Una energía, una fuerza telúrica que viene de no se sabe dónde. La invocación de Laura Paredes y Mariano Llinás lo logra: toca a la comunidad, cierra el círculo ritual, saca de “bajo la arena” esa energía que trae al presente la voz rota y amorosa de Federico García Lorca y la pone delante del público (siempre el público) como la sede donde resuena la palabra y vive el teatro.
Lorca, el teatro bajo la arena, dramaturgia de Laura Paredes y Mariano Llinás, dirección de Laura Paredes, Ciclo Invocaciones X, curaduría y coordinación general de Mercedes Halfon y Carolina Martín Ferro, Centro Cultural San Martín y El Portón de Sánchez, Buenos Aires.
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