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Durante un viaje a Bahía Blanca, además de visitar amigues, recorrer la ciudad y el puerto, he intentado acercarme a la rica escena de artes visuales de la ciudad.
La propuesta más arriesgada que vi fue Mirar por la piel, una exposición de sólo dos días de duración en el salón de usos múltiples del Centro Cultural Cooperativa Obrera. Estuvo conformada por piezas de siete artistas que actualmente viven en Bahía o sus alrededores, con la curaduría de Carlos Gutiérrez. La exposición fue la última de un ciclo de tres, llamado La tormenta deseada. Cada exposición del ciclo fue igual de efímera, y se realizaron en el transcurso de tres meses.
Lo primero que vemos es una pieza de Franco Cabrera Santos, una puerta de madera enrejada que se sostiene frágilmente con ayuda de una varilla del mismo material, a diferencia de las piezas de Sandra Biondi, crecidos ensambles de troncos con detalles dorados, que se sostienen por sí mismas. Muchas piezas están apoyadas sobre el piso, o sobre un colchón de aserrín que dibuja formas geométricas, como las de Malen Nanfaro, tres cerámicas que conviven con masas de musgo compartiendo su humedad. Al lado, sobre una mesa metálica y también sobre el piso, encontramos piezas de Laura Biadiu, formas extrañas y curiosas hechas con biomateriales, como la celulosa bacteriana que se obtiene de la kombucha. El fuego se hace presente a través de un video de Leo Perrotta, proyectado en una placa de formica que podría haber sido en el pasado la parte superior de una mesa. Sentado sobre una pared que divide la sala del depósito en el que la muestra continúa, un performer luce piezas de Massi Diaz, que brillan junto a las luces de colores que iluminan las salas. Ya dentro del depósito podemos ver obras de Sergio Meyer, pícaros ensambles de piezas mecánicas, conviviendo con el mobiliario de la Cooperativa.
Algunas obras están en penumbra, o iluminadas con luces de colores. Casi todas las fuentes de luz están apoyadas en el piso, de modo que consiguen estar al mismo nivel que los objetos a los que ofrecen su luz. Es como si —desde un lenguaje de la iluminación— se quisiera subvertir el valor positivo que les otorgamos a la comunicación y la aprehensión rápida de las imágenes. En definitiva, consiguen acompañar al ejercicio de apertura al que nos invita el título de la exposición.
“Todo experimento debe procurarse, para su propia puesta en marcha, una parcela de ficción”, dicen Emilia Casiva y Nicolás Balangero en La retirada, lloviendo, una octogésima parte del futuro (Casa Trece, 2019). ¿Cuáles serían las ficciones que crecen y prosperan en una exposición como esta? Posiblemente una de ellas tenga que ver con la desjerarquización de las cosas, esa cualidad del arte contemporáneo que nos permite imaginar que el arte es algo que nos pertenece a todes y que consigue que encontremos una exposición en un lugar inesperado.
Hacer como si la humedad no destruyera una computadora, el óxido no consumiera el metal, y el paso del tiempo no marchitase la madera. O, mejor dicho, hacer como si estas transformaciones no estuviesen acompañadas de un juicio ligado a la usabilidad humana. Quizás, pensar estos enfrentamientos como una circunstancia de colaboración, y no desde la negatividad, ayude a entrever una de las formas en que la producción artística contemporánea sobrevive en una escena cuyas instituciones están en crisis.
Varios artistas, Mirar por la piel, ciclo de exposiciones La tormenta deseada, curaduría de Carlos Gutiérrez, Centro Cultural Cooperativa Obrera, Bahía Blanca, 21 y 22 de octubre de 2022. Artistas participantes: Franco Cabrera Santos, Laura Biadiu, Leo Perrotta, Malen Nanfaro, Massi Diaz, Sandra Biondi, Sergio Meyer.
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