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Dawn of Midi es un trío de Brooklyn integrado, según orden de aparición en los libritos de los CD, por el bajista Aakaash Israni, el baterista Qasim Naqvi y el pianista Amino Belyamani. Su primer disco se llamaba First (2010), como para ir al grano, y era de ese tipo de improvisación libre corriente en el jazz actual, pero concienzuda y excepcionalmente parva. Con recato técnico, sin disonancias novedosas, el grupo creaba una amplísima gama de humores empleando pocas herramientas, timbre y carácter sobre todo, y un tacto minucioso para la colaboración. En el último corte, “In Between”, una sola nota de piano se repetía todo el tema en diversas octavas, al borde de la letargia, mientras arpegios de mano derecha, borbotones de contrabajo y grooves de batería la hacían florecer en decenas de colores pastel. Aunque el formato instrumental es el mismo, un tradicional trío acústico, Dysnomia no es un disco de jazz. Tampoco de antijazz, ni de meta-contemporánea. No se sabe de qué es. En todo caso, contiene cuarenta y seis minutos de música muy compuesta en nueve secciones continuas. Empieza con dos notas de bajo que duran más que lo suficiente para establecer un tempo; el piano replica con otras dos tocadas con una mano, mientras la otra asordina las cuerdas; y cuando la batería enlaza todos los pulsos surge una figura. El conjunto se mantiene hasta que un cambio de velocidad, una nota advenediza, un ronquido, una hebra de melodía, una manipulación que hace sonar al bajo como un piano y al piano como un laúd o un sapito, un tintineo de platillo o un brote polirrítmico transforma muy levemente el paisaje. Veinte minutos después la transformación se ha vuelto considerable y sorprendente. Uno está transportado, tal vez a ese sentimiento de fondo que para los filósofos del cerebro es “nuestra imagen del paisaje corporal cuando ninguna emoción lo sacude”. Pero al rato, esperando que aparezcan nuevas permutaciones, uno además se entusiasma. Un tópico veraz dice que Count Basie hacía swing repitiendo una sola nota. Otro, que el oído humano está tan sistematizado que no puede escuchar dos sonidos cualesquiera sin adjudicarles un patrón. Dysnomia es otra cosa: una constante creación de patrones poco usuales que duran muchísimo pero se desvanecen en otros antes de exasperar. Es música más escasa que el minimalismo y tan deliberada como la electrónica de loops. Nada de azar, nada de ruido. Es un campo despoblado donde muchos episodios menudos se reciben como acontecimientos. Y aun si uno sólo los alucina, esos indicios extáticos de gospel, de blues ensimismado, de cantos sufíes que surgen del puro ritmo, pegan en el plexo. The Bad Plus, Robert Glasper e incluso Brad Mehldau hacen covers de canciones pop, como para tender la mano a públicos menos sectarios. Por raras y estrictas vías, casi sin melodía, ¡sin groove!, Dawn of Midi devuelve el trío de jazz, si no al baile, a la esfera sonido-cuerpo –la unidad entre espíritu y movimiento– que esa música había resignado hace medio siglo. Parece que cuando tocan en vivo hay cantidad de chicos que entran en sus esculturas sonoras a balancearse y girar como en las raves.
Dawn at Midi, Dysnomia, Thirsty Ear, 2013.
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