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¿Cómo se escribe una vida? ¿Es una novela realista, con principio, nudo, desenlace y un narrador, distante y ecuánime, en tercera persona? ¿O es un libro de estampas? ¿O una colección de momentos de intensidad variable, como un poema, con pasajes de primera a tercera persona?
Vanina Colagiovanni se lo pregunta al componer la biografía de Juana Bignozzi y responde con una escritura fragmentaria que, como un cuadro cubista, presenta en simultáneo y desde varios puntos de vista a la vez, su objeto. Con fotos, transcripciones de mails, relatos de recuerdos, citas de entrevistas y de cosas que se han escrito, una bibliografía de y sobre la autora e intercalación de poemas, más una breve antología al final, se arma un texto polifónico.
De las palabras se alza la figura de Juana Bignozzi en toda su contundencia. El texto, pautado en su mayor parte por condensaciones de vida, momentos de presentaciones de libros o lecturas poéticas, pero que hilvana otros elementos, como datos biográficos y anécdotas, entrelaza también una lectura sutil de su poesía. El entramado hace un continuo entre vida y escritura, al mismo tiempo que evita cualquier teoría determinista o de simple reflejo o rebote entre lo vivido y lo escrito. Lo que se crea es más vale un ambiente, social, emocional, político, del que los poemas serían un modo de vivir y de decir.
Los elementos reunidos —datos del contexto social y político, frases de Bignozzi, testimonios de amigos y ex amigos, cartas, mensajes, recuerdos—, potenciados por un acceso privilegiado al legado que ha facilitado la albacea, Mercedes Halfon, permiten conocer a una poeta extraordinaria y una experiencia singular: de aquellos años sesenta en los que, dice Juana, “yo era la única mujer entre tantos hombres”, al autoexilio en Barcelona, su regreso en los noventa y su intercambio apasionado con los jóvenes poetas.
La voz de Juana Bignozzi —peleada con muchos de sus contemporáneos, con poetas de los ochenta, con el feminismo, de acuerdo con cambios súbitos de humor, proximidades y alejamientos afectivos, salidas de ingenio a veces demasiado punzantes— se alza como la aventura de alguien que resistió la soledad de ser mujer entre hombres, de ser poeta y militante. Si por momentos se mimetizó en su trato con ellos (“vos eras uno más de nosotros”, le llegó a decir Cedrón, y eso a ella le dolió porque la anulaba como mujer), no lo hizo en su escritura, en la que se delinea el yo poético como una mujer determinada, y dejó esa valentía, legible y visible, como la luz de un faro a las futuras generaciones.
Se levanta, entonces, con sus contradicciones, sus zonas oscuras y toda su lucidez, para que la puedan conocer un poco quienes no la conocieron, y para que nos divirtamos y nos regocijemos en el reencuentro los que sí la conocimos, la figura de esta mujer extraordinaria, a la que, pese a sus largos años de silencio, “nunca se le cruzó por la cabeza dejar de escribir porque era parte de su vida”.
Vanina Colagiovanni, Juana Bignozzi. Todo se une con la noche, Gog & Magog, 2023, 194 págs.
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