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Querido Lula. Cartas a un presidente en prisión viene a decir que si hay un hilo que cose la historia reciente de Brasil, ese hilo tiene nombre propio: Luiz Inácio Lula da Silva, Lula, querido compañero Lula, querido presidente Lula, nuestro héroe Lula y un largo tendal de nombres, epítetos, adjetivos. Es que el Lula que se construye en estas cartas es una canción entonada por un coro gigantesco, por un coro que modula distintas entonaciones, distintos registros vocálicos, un coro plebeyo que teclea un poema feroz. Estas cartas tienen una característica que las hace particularísimas: no son las cartas que un intelectual escribe en la cárcel para transmitir sus ideas a quienes las leerán afuera; en este caso el procedimiento es al revés: quien recibe, quien lee es el intelectual, el político. Hay en esta inversión un mensaje: son los políticos que escriben desde afuera los que escriben para transmitir un afecto que permita la supervivencia en prisión. Las miles de cartas escritas a Lula ponen de relevancia una manera de construcción del poder y las mayorías: la relación entre el representante y algo ya tan inasible como “el pueblo” está construida por una jerarquía que no es garantizada por la violencia, sino todo lo contrario; con Lula, parece estar afincada en el agradecimiento y el cariño, pero fundamentalmente en la materialidad, algo que parece decir que este hombre ha hecho algo que cambió nuestras vidas, las vidas de los nuestros, este hombre ha tocado cuerdas que permitieron correr las líneas de lo pensable para quienes, de antemano, estamos condenados.
Vale decir, también, que esta compilación de cartas se publica en un momento importante para repensar de qué manera se hace política en Latinoamérica y cuáles han sido las estrategias de las derechas para debilitar a distintos referentes de lo que se conoce como “socialismos del siglo XXI”, entre los que Lula es uno de los más importantes. Recuperar no sólo las voces, sino también el temblor del trazo de quienes han sido beneficiarios, pero sobre todo protagonistas, de los gobiernos populares en el continente significa construir una memoria política activa que permita sospechar de quienes, en nombre de la justicia y la nación, embargan el futuro. Se vuelve necesario remarcar que la idea del trazo, las cartas, aunque son reproducciones que parecen mecanografiadas, están acompañadas por imágenes donde se puede ver la letra, la tinta, las inflexiones de las manos que escriben, acompañadas por pequeños regalos, estampas, flores, entre otros detalles que hacen al registro íntimo epistolar. Quienes escriben estas cartas son carne viva que retrocede en el tiempo para hacer presente, para recuperar uno de los géneros políticos por excelencia: la carta (basta, en la Argentina, pensar en Rodolfo Walsh).
En este sentido, resulta oportuno recuperar algunas ideas que Josefina Ludmer desarrolla en el ya célebre texto sobre Sor Juana Inés de La Cruz, Las tretas del débil. Propone allí la idea de que los géneros íntimos, “menores”, dice, como la carta o el diario, son los preferidos de los subalternos, ya que desde allí pueden desautomatizar una función instalada por la cultura dominante: construir como reinos separados la política, la filosofía y la ciencia del mundo cotidiano. Para los subalternos, no hay separación entre la vida y la política. Se hace política en el mismo momento en que se cuenta una anécdota. La treta es aceptar la separación, pero desandarla desde el género menor. Por eso, estas cartas aparecen como herramientas urgentes para pensar la política desde las biografías personales y las pequeñas historias que tejen el hacer libidinal de los pueblos.
Maud Chirio (dir.), Querido Lula: Cartas a un presidente en prisión, Fondo de Cultura Económica, 2023, 236 págs.
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