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Las biografías de intelectuales son tan irresistibles como peligrosas: amenazan con una pesquisa bajo la promesa de una fiel reproducción “en la vida real” de lo que sus protagonistas desarrollaron ya en la obra escrita. Esto supone un previsible juego basado en las intrigas que ligan experiencias narradas, ideas trabajadas hasta la obsesión y la consecuente composición de quien escribe la biografía, el ordenamiento, las cronologías, los cruces entre vida y obra. Liliana Viola no hace esto, y no podría haberlo hecho jamás, porque su biografiada se convirtió en una celebridad a los ochenta y cinco años, cuando la propia Viola organizó el premio Nueva Novela en el diario Página/12. La desconocida que ganó ya había escrito una abrumadora colección de novelas y cuentos prácticamente sin lecturas, porque Aurora Venturini vivió casi escondida desde que sufrió la persecución, el encierro y los tormentos por parte de los golpistas que en 1955 derrocaron a Perón. Nunca más volvió a confiar en las instituciones, con algunas excepciones temporarias. En otros concursos literarios no habían sabido leerla, porque la escritura de Venturini patea el tablero y vuelve a acomodar las piezas para volver a patearlo, desmantelando las estructuras que sostienen las reglas no escritas de los mecanismos sociales que reproducen al infinito la violencia patriarcal y su lógica perversa en cada mesa, en cada foto familiar, en cada rincón de la existencia que describe con la elegante mordacidad de quien se ríe a carcajadas de aquello que desprecia.
La de Viola es una biografía que narra la vida de una escritora tan famosa como desconocida. Lo que encontramos entonces es una idiosincrasia amasada con los años, los desengaños, las mañas de quien sabía que tarde o temprano sería reconocida. La biografía es un festín de actitudes, comportamientos, reacciones y comentarios de ella y de quienes trabajaron para ella o intentaron hacerlo. Y siempre aparece una Aurora Venturini inclasificable, más allá del bien y del mal, precisa y desmesurada, que se lleva mejor con los caballos que con las personas. El trabajo de Viola es fundamental porque da lugar a lo que no fuimos capaces de advertir: en La Plata vivía y escribía una de las más grandes escritoras argentinas. Viola consigna conversaciones con Venturini, que descolocan entre el absurdo, el capricho, la paranoia, la genialidad, la lucidez, la crueldad gratuita o como ejercicio de honestidad, la generosidad, la misantropía y la naturalidad para realizar una pieza literaria exquisita a partir de una simple pregunta sobre la casa de la infancia en City Bell. Nos recuerda que una vida es un acontecimiento increíble y patético, que el mundo está habitado por “marcianos” y “vinchucas” que sólo quieren invadirnos o chuparnos la sangre, pero a la vez es tan extraño y rico en sus dislates que, a pesar de sus injusticias, vale la pena escribir sin pausa para denunciar las violencias y al mismo tiempo mofarse de tanta estupidez en medio de esta larga farsa que es la existencia humana.
Liliana Viola, Esta no soy yo. Biografía de Aurora Venturini, Tusquets, 2023, 336 págs.
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