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Los agentes dobles es un texto que recoge la notable investigación de Marcos Zangrandi, trabajo cuyo esfuerzo apunta a delinear un territorio igualmente específico y seductor: las alianzas entre cine y literatura en el marco de la modernización cultural argentina a mediados del siglo pasado. Podríamos señalar que una de las ideas que atraviesan de manera transversal el texto es que las sociedades entre cineastas y escritores/as entre los cincuenta y los sesenta ocurrieron en el mismo momento en que también el campo literario argentino entraba en franca mutación respecto de la década previa: en aquel entonces eran puestos en tensión problemas tales como el “compromiso” sartreano, la figura del escritor en acción, los intercambios y derrames con y desde los mass media.
En el comienzo del libro se encuentra una clave singular de lectura cuando Zangrandi advierte que el corpus de su análisis no admitiría metáfora alguna asociada a la idea de traslación: ni transposición, ni adaptación resultan apropiadas para leer la forma en que se desempeñaron estas sociedades particulares. No se trata de un pasaje o de un juego de traducciones de un lenguaje a otro; se estaría, propone más bien, ante una “nueva arquitectura cultural que habilitaba conceptos, prácticas y valores de la literatura dentro del cine”. De allí que en verdad la zona de conexiones que describa en cada una de esas asociaciones implique un original compendio de operaciones que estos agentes pergeñaron a la hora de imaginar una película. En el examen de cada colaboración, el notable esfuerzo crítico de Zangrandi tiende a desenterrar secretas conexiones de trabajo, formas oblicuas de aproximación a una zona ciega del campo de maniobras de estos agentes. Cada capítulo ofrece reconstrucciones que enhebran una amplia documentación ―intercambios epistolares, registros de entrevistas, rastros del trabajo de cada dupla―. Se echa luz, por ejemplo, sobre la fascinación de Manuel Antín con Julio Cortázar, minada de intercambios escritos a los que además se añade una compleja red de documentos que atestiguan la prolífica colaboración entre ambos. También se aborda, sin titubeos, la complejidad de una figura como la de David Viñas, cuyo trabajo en guiones y argumentos lo condujo a alinearse con figuras de la talla de Fernando Ayala y José Martínez Suárez. Mención aparte merece el minucioso análisis del cruce entre política y erotismo en la labor conjunta de Augusto Roa Bastos y Armando Bó. A lo largo del texto, el autor deja entrever su especial atención al despliegue de una mecánica de trabajo específica, como si cada dupla hubiera precisado del diseño de un herramental a medida a la hora de concebir y proyectar la imagen en movimiento. En el caso del dúo Roa Bastos-Tomás Eloy Martínez, por ejemplo, aborda la propia idea de invención como forma de colaboración; en el de Antín-Cortázar, inspecciona la compleja estrategia de intercambio para poder moverse entre una y otra lengua y define la sociedad Bó-Roa Bastos bajo la idea de “colaboratorio”. A la hora de abordar una dupla modélica como la de Leopoldo Torre Nilsson-Beatriz Guido, el autor elige desplazarse de aquellos lugares ampliamente abordados por los manuales de historia del cine para enfocarse en dos derroteros poco estudiados pero igualmente fascinantes: la figura de Torre Nilsson poeta y narrador y la de Guido como colaboradora de otros cineastas.
Los agentes dobles despliega un campo de análisis que no deja de despertar fascinación, sumamente generoso en sus aproximaciones a los tránsitos entre cine y literatura pero, sin dudas, con acercamientos novedosos que contribuirán con aportes profundos a la escritura de una historia del cine argentino por venir.
Marcos Zangrandi, Los agentes dobles, Beatriz Viterbo, 2023, 190 págs.
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