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Cielo rojo

Christian Petzold

CINE y TV

Es casi un género que remite a la transformación, y que no hay que confundir con las películas para el verano, diseñadas con el objetivo de abarrotar las salas y vender pochoclo. Sólo hay que cambiar la preposición “para” y sustituirla por “de”: las películas de verano (nos referimos al verano boreal, que ocurre en el hemisferio norte), obras que toman como pretexto las vacaciones, el intercambio de la ciudad por la playa, el campo o la montaña, y el sensual alargamiento de los días. En estas películas, la transformación de los personajes ocurre a partir del ocio propio del estío. La distensión y el paréntesis que supone el verano permiten, entre otras cosas, los brotes pasionales, como le ocurre al protagonista de Call Me by Your Name (Luca Guadagnino, 2017), que al final de la película ya es otro, muy distinto al del inicio.

Ahora, después del cuento de la ninfa acuática Undine (2020), Christian Petzold entrega su película de verano. Unos amigos se instalan en una casa de vacaciones junto al mar Báltico rodeada por un bosque que se incendia. Como otras películas de Petzold, el heredero europeo más avanzado del melodrama, Cielo rojo cuenta una historia de amor que surge en medio de sucesos aciagos, aunque no la deja aprisionada en ellos como ocurría en los romances condenados a la circularidad de Ave fénix (2014) y En tránsito (2018). En ese sentido, Cielo rojo añade algo nuevo a la obra de Petzold: una especie de pedagogía, la enseñanza del verano. Es su película más sutil o ligera, por lo menos en lo aparente, y con la que aborda los anhelos, las frustraciones y las dudas del mundo juvenil y contemporáneo.

La historia empieza con un cliché. El automóvil en el que viajan Leon y Felix se avería en el camino, por lo que deben seguir el trayecto a pie, atravesando el bosque hasta llegar a la casa de descanso de los padres del segundo. Durante la estancia, Leon pretende finalizar el manuscrito de su segunda novela; Felix, por su parte, va a componer la carpeta de fotografías con la que aspira a una vacante en una escuela de arte. Instalados en el lugar, se dan cuenta de que hay una persona más en la casa. No tenían noticia de que iban a compartir el espacio con Nadja, sobrina de un compañero de la madre de Felix, que tiene un trabajo de verano en un hotel. El irritable Leon, silencioso y contenido, de inmediato cae a los pies de Nadja, aunque su trato con ella es frío y desdeñoso. Curiosamente sus sentimientos se van a exaltar cuando el fuego invada el bosque. La llegada de David, el guardacostas de la playa (que tiene una aventura estival con Nadja), y del editor de Leon, que acude a la revisión de su infame novela, completan el quinteto veraniego.

Las imágenes de Petzold son ecos, a menudo están habitadas por fantasmas que son ideas, recuerdos o interpretaciones. En Cielo rojo, filma los encuentros sexuales de Nadja con David sólo a través de sonidos que perturban los celos de Leon. Del incendio del bosque sólo se ve la lluvia de ceniza y su resplandor en el cielo. Hay una diferencia importante entre Leon y otros personajes del universo del alemán, por ejemplo, el fugitivo Georg de En tránsito, que suplantaba a un escritor; el héroe trágico de aquella, cercado por las circunstancias de la guerra, busca huir de Europa, se juega el todo por el todo. En contraste con él, Leon sí escribe, pero como le sugiere su editor, no sabe qué escribir ni cómo hacerlo. Tampoco sabe cómo acercarse a Nadja. Lo perturba su belleza y también su talento. Debajo de su impasible soberbia, Leon vive carcomido por la envidia, signo inequívoco de la feroz competencia del mercado actual. Este personaje es un espejo de la clase media europea con aspiraciones intelectuales, de un sector que se abre paso a codazos por la presión económica del éxito. Esta vez, y como se trata de una película de verano, el protagonista atraviesa el fatídico estío, que lo inspira a escribir, con una mirada distinta. Un verano que sabe, un verano sabio, que ve las dudas dentro de los ojos, que le pide a la luna que espere y al sol que se quede, como dice la canción de Michel Legrand para Verano del 42 (1971).

 

Roter Himmel (Alemania, 2023), guion y dirección de Christian Petzold, 102 minutos.

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