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El hambre y el Arcángel

Pablo Ramos

LITERATURA ARGENTINA

Provisto de una capacidad única para trenzar tripa y escritura, para gestionar una emoción tan calculada como potente, Pablo Ramos (Avellaneda, 1966) sale al ruedo una vez más —y luego del sentido y autobiográfico Hasta que puedas quererte solo— con un libro extremadamente personal en el que se anudan música, literatura y el amor viril de una amistad forjada por afinidades diversas e intransferibles. El hambre y el Arcángel es una extensa carta literaria que el autor le dedica a Gabo Ferro, el músico fallecido en 2020 y con quien compuso a cuatro manos, entre Buenos Aires y Berlín, el álbum El hambre y las ganas de comer.

Una carta de amor, un tanto reflexiva, que busca que me consueles, que me sigas consolando, y que ese consuelo refuerce mi fe, esa mínima capacidad de soportar la duda que me fue regalada y que a veces estoy por perder”. Ramos, practicante de un catolicismo arbitrario y personal, escribe aquí en segunda persona porque, confiesa, es lo más cercano a rezar. De este modo, repasa la cocina de las canciones: por mail —ya que se encuentra en Berlín, becado—, el autor le envía la letra tentativa a la que Gabo le suma melodía, arreglos y voz.

Fabuloso despensero de anécdotas, el autor de La ley de la ferocidad se explaya en lo que dio origen al nombre del álbum en conjunto y cuya reescritura titula el libro. A la salida de un concierto (y mucho antes de que se supiera que ambos artistas estaban trabajando juntos), un oyente que cursaba una borrachera importante —y, se intuía, no era la primera— le confiesa a Ferro: “Quiero decirle que en este país hay dos artistas que son verdaderos, dos artistas que me acompañan en estos, los peores días de mi vida: usted y un tal Pablo Ramos”. Por un comentario —si es que, en efecto, puede agregarse algo a semejante declaración—, Gabo le da la primicia de que se encuentra trabajando con Ramos. El hombre se agarra la cabeza: “Dios mío —suspira—, se juntaron el hambre y las ganas de comer”.

Los capítulos de El hambre y el Arcángel repasan la hechura de cada una de las canciones del disco, incorporan la transcripción de mails así como las letras definitivas. Los intercambios virtuales traen consigo las consideraciones de uno respecto del aporte del otro; tanto los mails respondidos casi de manera compulsiva como los silencios prolongados a los que alguna que otra vez Ramos somete a Ferro (que este último, por otra parte, sabe interpretar y dejar pasar) fortalecen un vínculo nacido de la afinidad artística y terminan por solidificar una amistad fraternal. Todo ser humano, piensa Ramos, tiene la obligación de construirse su propia eternidad. En su cielo probablemente haya un sitio especial dedicado a la calidez de Ferro, en el que la pluma de uno y la voz del otro vibran al unísono gracias al repertorio incansable de la música de las esferas.

Pablo Ramos, El hambre y el Arcángel, Alfaguara, 2024, 224 págs.

14 Nov, 2024
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