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LITERATURA ARGENTINA

Se pueden leer las cartas de una a otra poeta por curiosidad, por afán de espiar en la vida y tratar de pensar lo que va de ahí a la escritura y viceversa, por ver si hay consideraciones literarias o estéticas. Ninguna de estas expectativas se defrauda en este libro, que recoge la relación epistolar entre Ivonne Bordelois y Alejandra Pizarnik que, aislada del grueso de la correspondencia, adquiere luz propia. Allí se arma la historia de una amistad, desde que estas dos mujeres se conocieron en París hasta la muerte de Pizarnik (son once años). Como ambas son poetas y Bordelois además lingüista, se leen también gustos y disgustos literarios, pensamientos sobre la literatura y la poesía, la traducción, el ensayo, sobre amigos en común.

Dos cosas sobresalen en este intercambio epistolar: el modo en que la vida literaria que dejan ver anima una época, con sus discusiones estéticas, los textos que se leen, los escritores que se nombran con agrado o con renuencia. Y la cuestión del estilo: cómo la poesía breve y tensa de Pizarnik se construye sobre la elisión, la borradura, la síntesis. Pero la republicación de esta correspondencia hace sobre todo a una lectura integral de la experiencia Pizarnik: si sus textos últimos, “espurios”, fueron negados o rechazados durante muchos años, relegados a una zona difusa de la escritura como síntoma de un padecimiento psíquico (escrituras de la internación o desde la internación), para favorecer la imagen doliente de “la pequeña náufraga” o la poeta en búsqueda mortal, autosacrificial, de lo imposible y de la perfección de la forma literaria, se pone de relieve de qué manera —profunda y vital— la Pizarnik que juega despreocupadamente con las palabras, que las hace estallar y las recombina con efectos cómicos, grotescos y hasta obscenos, es la misma Pizarnik que logra una forma impecable de decir.

Porque los escritos del período final, los Textos de sombra e Hilda la polígrafa, no sólo son expansiones de ese modo que ya se manifestaba, con soltura, humor y ánimo lúdico, en la intimidad y en las cartas, sino que son la otra cara, pero de la misma moneda, de su escritura en verso.

Dice Alejandra, por ejemplo, en una carta: “He aquí la copia, chére Ivoncita, en extraño papel muaienagéz. Aimes-tu le soleil plus que la lune? (tachar lo que no corresponde)”, y en otra: “No voy a hablarte de mí en esta cartuja de esperma”.

La amistad tramada de poesía, intimidad y sinceridad entre ambas también nos permite atisbar cierta mirada sincera por fuera de los juegos del campo literario y más cercana a la experiencia en común de dos mujeres lúcidas e inquietas, como cuando Pizarnik se permite confesarle a Bordelois (a pesar de su admiración por André Pieyre de Mandiargues, del trabajo común de traducciones mutuas, intercambio epistolar, reseñas y contratapas de libros) sus reparos respecto de la novela La motocicleta, texto que ha reseñado elogiosamente para Sur. “¿Qué decir del libro?”, le dice Pizarnik. “La figura central es la mujer-objeto, y eso no me gusta” (carta del 16 de julio de 1969).

Va a ser la traducción conjunta de unos poemas de Yves Bonnefoy lo que distancie a las amigas, cuando Pizarnik los envía para publicar a La Nación sin el consentimiento de Bordelois. Hacia el final hay un intento de reconciliación. La última carta, que Pizarnik concibe casi como una garantía de vida y en la que afirma “Aquí estoy, todavía”, da cuenta de ese estar como amiga que la extraña y como poeta: promete enviarle El infierno musical, y también, si reúne el coraje necesario, “algunos poemas recientes cuyo emblema es la negación de los rasgos alejandrinos. En ellos, toda yo soy otra, fuera de ciertos pequeños detalles: el humor, los tormentos, las pruebas supliciantes”.

El libro se completa con un prólogo, notas al pie y un epílogo de Bordelois, que restituyen citas, situaciones y contexto.

 

Ivonne Bordelois y Alejandra Pizarnik, Aquí estoy, todavía. Correspondencia Ivonne Bordelois-Alejandra Pizarnik, Las Furias, 2024, 116 págs.

20 Feb, 2025
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