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Querida vieja

Dominguito Sarmiento

LITERATURA ARGENTINA

Gracias a quienes no dejan de buscar en los archivos del siglo XIX argentino, hay documentos que irrumpen desde el pasado y amplían, actualizados, el campo de lo que puede leerse. Es el caso de Querida vieja, la recopilación de las cartas que cruzan Dominguito Sarmiento y su madre, Benita, entre junio de 1865 y septiembre de 1866, durante la Guerra del Paraguay (1865-1870), en la que Argentina fue aliada de Brasil y Uruguay.

En su prólogo, “La novela familiar del soldado”, la investigadora Lara Segade señala que esta es “una guerra en la que nada está en su justa medida”, hay siempre “un corrimiento, alguna forma de la desproporción”. El presidente Bartolomé Mitre augura un conflicto corto en un espacio accesible, pero transcurre en un territorio accidentado y concluye luego de cinco años, cuando el primer mandatario ya es Domingo F. Sarmiento. Por la cantidad de hombres y naciones intervinientes podría haber sido narrada como épica, pero ya se avizora el “desajuste entre la guerra y su relato” que caracterizaría los enfrentamientos bélicos del siglo XX: antes que héroes, “en el campo de batalla hay un cuerpo humano, mínimo y quebradizo”. Aunque años más tarde, en La vida de Dominguito, Sarmiento querrá “unir al hijo con el héroe”, es el hombre común quien aquí narra su inerme exposición.

Al parecer, siguiendo la lectura de las cartas, el Estado provee lo mínimo, pero Dominguito tiene quien llene esa falta, entonces pide ropa, comida, bebida, cigarros, libros, armas, dinero. Pero, sobre todo, pide palabras. Si bien parece escribir hasta el borde de la muerte como si tuviera la pasión irrefrenable del escritor, lo hace porque no tolera el silencio: es la comunicación epistolar lo que lo sostiene en el frente. Al mismo tiempo, para Benita, las cartas, que también pide y espera, son garantía de la vida del hijo. Por eso, su interrupción —“¡Salud mi madre!”, dice, por último, Dominguito— le da un sentido retrospectivo al conjunto. Esa voz que se esfuma genera un vacío dramático, al que Segade llama líricamente —también son sus últimas palabras— “el blanco del dolor”.

Blanco sobre negro, justamente, son las estampas que acompañan la edición, que consta de tres niveles complementarios: el material duro, las cartas (testimonio-historia), el prólogo que las interpreta (investigación-crítica) y las xilografías que las reescriben en el siglo XXI (narración visual). Con el contraste entre colores, las ilustraciones de Fábrica de Estampas componen escenas con figuras planas, anónimas, casi siluetas para recortar (como en las antiguas revistas que buscaban enseñar por medio del juego), entre el exotismo de la naturaleza (palmeras, papagayos, hojas, ríos, víboras) y la iconografía militar (uniformes, espadas, escudos, fusiles, carpas, soldados). Sólo el díptico de apertura alude a Dominguito y Benita, quienes, enmarcados por espigas de trigo y una construcción colonial, cruzan miradas melancólicas.

Probablemente, dice Segade, estas cartas “no se perdieron como se pierden los papeles privados” gracias a que Benita se las envió a Sarmiento —quien recurrió a ellas para escribir el libro sobre su hijo—, y así quedaron incorporadas en su archivo. Independizar ahora esta correspondencia de la obra sarmientina viene bien para abordar los años previos al período de modernización iniciado en 1880, que actualmente se reivindica desde el gobierno argentino de manera sesgada y sin rigor histórico. La guerra que terminó “con unas consecuencias económicas, demográficas y territoriales tan dramáticas para Paraguay que aún hoy se sienten”, pero también con grandes derrotas como la batalla de Curupaytí en la que Dominguito perdió la vida, hoy parece olvidada y conviene mantenerla en el horizonte.

Dominguito Sarmiento, Querida vieja. Correspondencia de la Guerra del Paraguay, prólogo de Lara Segade, ilustraciones de Fábrica de Estampas, Omnívora Editora, 2024, 250 págs.

Imagen: Fábrica de Estampas

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