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¿Qué une a poetas tan aparentemente disímiles como Charles Bernstein y Jerome Rothenberg? Supeditar la creación de poemas al establecimiento/ descubrimiento de poéticas. Espiritualmente más cercanos a los beatniks, en la década pasada un grupo de jóvenes poetas queretanos se propuso dar un paso adelante (o atrás, según se vea): la construcción de personalidades poéticas y la delimitación geográfica donde estas se movieran. Sus exponentes más sobresalientes fueron Gerardo Arana (1987-2012), autor del bolañiano Bulgaria Mexicalli (2011), y Horacio Lozano (1982), quien pergeñó el ensayema Lago Corea (2011).
Tras la publicación de Lago Corea, Lozano se embarcó en distintos proyectos artísticos, de los cuales quizás el más significativo haya sido el de orden más narrativo: las crónicas de Jänko Erwin. En ellas, Jänko, trasunto apenas velado de Lozano, se involucra en aventuras las más de las veces posibles pero improbables: en una conoce a Hayao Miyazaki cuando el director japonés visita Querétaro, en otra se encuentra en París con la familia Jodorowsky.
Lozano ha vuelto a la poesía con Física de camaleones, un volumen claramente delimitado en cuatro instalaciones. La primera, “Animales invisibles”, es una reflexión en torno a las bacterias y los demás cuerpos que habitan otros cuerpos. Leída desde Europa, parece parcialmente emparentada con la pospoética. La segunda, “Física de camaleones”, es una extensión de la primera desde la perspectiva de la enfermedad, los hospitales y la soledad. En el décimo poema de la sección, Lozano sentencia: “no hay loco solo / hablar es hablar aunque estés solo / la soledad es la soledad aunque estés loco”. La tercera sección, “Archipiélago”, es un lamento por la muerte de Arana que conecta con las temáticas de “Animales invisibles” y “Física de camaleones”: “Vegetas en mí / como luz y como penumbra / No te alimentas de mi sangre / ni me deformas el hígado absorbiendo masa”. “Debimos haber dejado / nuestros cuerpos / en donde estaban / En el tacto / en el olor / en las anfetaminas”. En “Animales invisibles” ya aparecía una velada alusión a la muerte de Arana (o al mito de su muerte): “La eternidad está en todas partes / yo la vi en un escarabajo sumergido en cianuro”. La última sección es “Hertzio”, conformada por poemas amorosos en prosa que devienen cuentos; son quizás los textos del libro más emparentados con la poética de Lago Corea.
Con Física de camaleones se confirma lo que los happy few ya sabíamos: Horacio Lozano está en la primera línea de la poesía joven en nuestra lengua.
Horacio Lozano, Física de camaleones, Letras de Querétaro, 2013, 72 págs.
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