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La etiqueta “novela gráfica” es, a esta altura, más un malentendido que un género o un formato. A la molesta insistencia con que se confunde una novela gráfica con la adaptación rutinaria de algún clásico de la literatura, suele contestarse con prolijas descripciones dibujadas de alguna desgracia: como si fueran necesarios un genocidio, una guerra, una enfermedad o un gobierno totalitario para otorgar dignidad de arte a una historieta. No es un mérito menor de este gran libro de Oscar Zárate el no caer en la tentación de ofrecer lo que Beatriz Sarlo llamó un “artefacto temático”: hay en The Park complejidad, densidad formal, ficción y belleza.
En el parque londinense del título se cruzan dos hombres: un músico dubitativo y un periodista conservador y populista. El perro del periodista muerde al músico, el músico lo patea, el periodista lo agrede y cuenta una versión falsa en su blog. El hijo del músico acusa de cobardía a su padre y decide iniciar una venganza. A partir de este núcleo narrativo, avanza un relato que podría conducir a la catástrofe trágica, si no fuera porque la violencia se vuelve tan ridícula como esa película de Laurel & Hardy que se intercala en la narración y porque el hijo del músico conoce a la hija de su enemigo, una artista-activista.
El libro es visualmente muy bello. Zárate es un acuarelista magnífico a la vez que un gran narrador, y basta ojear las variaciones de la luz que se ofrecen en cada página para seguir los diversos climas del relato. Como en la extraordinaria Fly Blues, que se publicó en 2009 en la revista Fierro –y que está, sin dudas, con el Gardel de José Muñoz y Carlos Sampayo, entre las mejores historietas que pudimos leer en la Argentina desde que empezó el siglo–, en The Park la historia va y viene entre los personajes y los espacios, sin caer nunca en la rutina ni en la confusión. Hay recursos de la mejor historieta contemporánea, como la elegancia de una puesta en página que varía sin exhibicionismos o la multiplicidad de voces, y una fluidez típica de los historietistas clásicos a los que Zárate rinde homenaje.
La preocupación por el origen de una obra cualquiera corre el riesgo de confundirse con mero nacionalismo (“el último refugio de los canallas”), si no sabe encontrar las leves tradiciones secretas que hacen que “nación” todavía sea una categoría interesante. En los agradecimientos del libro, Zárate resume en tres nombres la tradición de la historieta en estas pampas. “Mis Maestros”, dice. Y esos maestros son Héctor G. Oesterheld (nuestra gran historieta clásica), Roy Crane (la historieta norteamericana que constituyó el modelo de la historieta argentina de aventuras) y Hugo Pratt (el nexo entre esa historieta de aventuras argentina y la invención de la historieta de autor). Este libro editado en Inglaterra e impreso en China es una muestra de que esa tradición puede seguir ofreciendo grandes obras.
Oscar Zárate, The Park, Self Made Hero, 2013, 160 págs.
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