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Nuestro modo de vida

Fogwill

LITERATURA ARGENTINA

En un contexto diferente, una novela así podría leerse a las carcajadas. La historia de esta pareja a la que le va cada vez mejor casi sin buscarlo, que parece haber sido señalada o ungida pero por ninguna virtud comprobable, que apenas se comunica entre sí y que sobrevuela el mundo como si este no fuera nunca del todo real —como atrapados en un sueño que jamás se siente amenazado por el rumor de la pesadilla—, viviendo a base de pastillas, gimnasia, tragos antes y después de la cena, sexo funcional y la seguridad idílica que despierta la visión de un campo de golf —símbolo de la armonía y la calma, y también, o por eso mismo, de un mundo para pocos—; esta historia trasladada al imaginario norteamericano daría pie a uno de esos desmadres demenciales que suele alumbrar aquella literatura, ya sea en modo satírico o paranoico (digamos, por caso, Desayuno de campeones o American Psycho). El tema es, por supuesto —aunque hay muchos—, la burbuja del éxito, y el modo en que infinitos rituales cotidianos, incluidos ciertos deseos aparentemente impostergables, están ahí para cubrir el vacío de la vida cotidiana y para evitar las preguntas esenciales, generando un sinsentido que sólo puede ser apañado por otro sinsentido aún mayor.

En la Argentina de 1981, sin embargo, cuando Fogwill escribió esta novela —sin duda menor— recuperada hace poco, ninguno de los componentes que rodean la existencia de los protagonistas puede siquiera —o podía, de haber sido leída entonces— despertar una sonrisa. Y ahí está el juego fundamental de lo que propone el título: nuestro modo de vida se sostiene sobre todo en eso de lo que no se habla, eso que a lo sumo puede soportarse a la distancia —como esa gente que pelea por salvar un colchón del agua y que desde la autopista resulta poco menos que pintoresca— o desde la serenidad de lo inexplicable (el comando que entra a la casa sólo para volverse visible, y cuya mayor afrenta es devorarse media torta de manzana; la mención de un cuerpo anónimo rescatado del río).

Con todo, Fernando —el protagonista— sabe o intuye que aunque posea todas las cartas del mazo hay algo que no encastra, que algo en esa alucinación de la que nunca despierta debería pedirle explicaciones o mostrarle otra cara. En esa grieta o tensión se juega la verdad de la novela. Una verdad que, salga o no a la superficie, está claro que no necesita ser revelada.

 

Fogwill, Nuestro modo de vida, Alfaguara, 2014, 224 págs.


17 Jul, 2014
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