Feminismo inmodificado

El aborto, el acoso y el abuso sexual, la prostitución y la pornografía, prácticas en las que la sexualidad es atravesada por la dominación patriarcal, constituyen el eje de esta serie de conferencias que la norteamericana Catharine MacKinnon dictó entre 1982 y 1986, reunidas en este volumen titulado Feminismo inmodificado. Interesada en analizar las formas en que la jerarquía de género es erotizada al disponer, en un mismo plano, la dominación, el sometimiento y el sexo, su crítica de la pornografía —y del agravante que conlleva su carácter legal— la expone como una forma de discriminación sexual que convierte la opresión en algo sexy. Aun cuando el porno muestra a las mujeres como seres que aparentemente gustan del maltrato, volviéndose sexuales cuando son degradadas, la ley jurídica pareciera no captar la construcción que se hace allí de ellas. Lejos de suponer neutral el derecho, MacKinnon sostiene que la subordinación sexual es legitimada por la retórica liberal de la igualdad. Es decir, la defensa ideológica de las estructuras de opresión tiene como base el liberalismo: descontextualizando a quienes son oprimidas, se las toma como individuos que obran libremente. Así, bajo condiciones de desigualdad, la en otro tiempo celebrada liberación sexual, más que liberar a las mujeres, habría escudado la opresión masculina. MacKinnon propone ir más allá de esa lógica y embestir contra los estereotipos que jerarquizan los géneros sexuales. De ahí que cuestione el feminismo de la época —la llamada “segunda ola”— por limitarse a la lucha por la igualdad formal y el reconocimiento de la diferencia, perspectiva que no alcanza a modificar la realidad de las mujeres (lo que en parte explica el título del libro).

Que Feminismo inmodificado haya sido traducido al español treinta años después de su edición original plantea interrogantes sobre la vigencia de sus postulados. En un contexto en el que, más allá del innegable flagelo de la trata, las trabajadoras sexuales se organizan para reclamar por sus derechos laborales, ¿se puede seguir hablando de un sistema de opresión que las convertiría en víctimas desprovistas de toda responsabilidad subjetiva? ¿El debate sobre la penalización del cliente apunta en esa dirección? ¿Cómo sería posible, ya no digamos prohibir, sino legislar la pornografía en la era de Internet? ¿En qué medida el alquiler de vientres sería una práctica que legitima la subordinación sobre la base de la ideología liberal? Vale mencionar que Judith Butler le cuestionaba a MacKinnon, en Cuerpos que importan (1993), que circunscribiera las categorías de género a las relaciones sexuales de subordinación. El enfoque determinista de esta última no permitiría, pues, abordar las relaciones entre los sexos fuera del rígido marco de la diferencia de género, ni pensar ningún tipo de orden sexual que no tome el género como su objeto principal. Si bien la relación entre la práctica sexual y el género no está subrogada a las estructuras opresivas, también es necesario concebirla en términos de una reciprocidad dinámica.

Impulsora en los Estados Unidos del reconocimiento del acoso sexual como una forma de discriminación, MacKinnon realiza un valioso aporte a la discusión que piensa el cruce entre misoginia y legalidad, y se convierte así en una precursora de las políticas que hoy luchan contra el femicidio.

Catharine MacKinnon, Feminismo inmodificado. Discursos sobre la vida y el derecho, traducción de Teresa Arijón, Siglo XXI, 2014, 368 págs.