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¿Qué pasaría si durmiéramos juntos? El terror a la destrucción del vínculo y a la transformación propia o del otro en un monstruo nos acecha. La joven psíquica Vanessa Ives parece intuir lo que se viene cuando sucumbe a los encantos de Dorian Gray. No se tratará de algo baladí: estamos hablando de la más encarnecida posesión demoníaca. En el recato victoriano extiende sus tentáculos el pánico venéreo, el mismo que reverberará en la teenage angst de los noventa cuando Buffy y Ángel se acuesten por primera vez y el vampiro con alma se transforme en su álter ego maligno, Angeluz.
La pregunta es: ¿lo hemos superado en 2014? ¿Hemos perdido el miedo?
Porque la respuesta es no positiva y existen verbos absurdos como “histeriquear”, necesitamos que Penny Dreadful, la primera serie creada por el guionista John Logan y producida por Sam Mendes, nos imbuya en su remix de pesadillas victorianas. Debemos retrotraernos a los Orígenes del Mal. Acompañaremos a Vanessa y a Dorian, pero también a infinidad de personajes que no salen ya de relatos individuales, sino que reconocemos como parte de la imaginación gótica viva, que aún tiene el poder de forzarnos a enfrentar el terror haciéndonos sentir byronianos o heroínas, dependiendo de cada quién o del día.
El principal hilo narrativo reúne a Vanessa con Sir Malcolm Murray, el padre de Mina. El objetivo es rescatar a esta del influjo de Drácula y revertir los efectos de la sangre vampírica que bombea a través de sus venas antes de que sea demasiado tarde. No pasará mucho tiempo hasta que esta línea acabe por convocar también a un joven Víctor Frankenstein, a su encantadora criatura, a un hombre lobo racialmente correcto, a una prostituta irlandesa que muere de tisis y a un magical negro de manual. Puesto de esta forma, puede sonar a oportunismo, a puro dispositivo, pero lo cierto es que Penny Dreadful es amor absoluto e irrestricto por el terror. El collage de personajes y mitos inscribe odas a la Buena Narratología en la carne del relato. El elenco es exquisito y consistente; los diálogos no exhiben indicios de tercerización.
Hay una suerte de tranquilidad fascinante a la hora de entrar en un mundo de monstruos. ¿Es la conciencia de que ellos nos dirán la verdad? ¿O la intuición de que nuestra propia monstruosidad se nos revelará y nos protegerá de males mayores? ¿Qué parte de mí no conozco todavía? Sólo cuando enfrentemos e interpretemos nuestra propia oscuridad nos daremos cuenta de que el miedo es absurdo. Seamos monstruos, hagamos cosas de monstruos. Descuarticemos niños, dejémonos escupir sangre tuberculosa en la boca, secuestremos un vampiro y matemos al gato para dárselo de comer, revivamos muertos, estemos juntos en esto.
Penny Dreadful, idea y guión de John Logan, Showtime, 2014.
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