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En Sangre kosher (2010), María Inés Krimer escribió un policial sobre la trata de personas que enlaza el presente con el turbio pasado de la Zwi Migdal, el célebre grupo judío dedicado a la prostitución. El personaje que organiza la trama es Ruth Epelbaum, una mujer astuta y curiosa a quien le encargan que averigüe el paradero de una joven llamada Débora Gold, que ha desaparecido. Ruth avanza en su pesquisa y llega hasta el fondo posible, ese nudo que permite ver no la verdad, sino un escorzo tortuoso de una realidad perversa.
En Siliconas express, la segunda novela protagonizada por la curiosa detective idishe, Ruth Epelbaum es contratada por Katz, un comerciante, para que indague en las relaciones de Silveyra con el exitoso cirujano Vidal. La empleada de Ruth le da algunas claves. Pero es el esposo de la empleada quien le brinda la información justa y pertinente. Katz consigue que Ruth sea invitada a una fiesta “concheta” en Cañuelas, en la casa de Vidal. Allí, en medio del glamour y del despilfarro, la detective espía los rincones de la casa y encuentra el cuerpo muerto de una mujer.
Siguiendo las escasas pistas, llega al gimnasio de Silveyra y este le pide que se aleje del caso. Ruth cavila y sospecha que hay alguna relación entre los tres: Katz, Silveyra y Vidal. Aunque Vidal es un exitoso cirujano y Silveyra el regente de un gimnasio, Ruth cree que no los une el amor sino el espanto.
Cuando entra sigilosamente a la casa de Katz, descubre el segundo cuerpo muerto. Esta vez es el del propio Katz. Pero nadie sabe quiénes son los autores de los crímenes. Ni siquiera Ruth.
Más adelante, cuando la detective piense en desistir de su búsqueda (en definitiva, está trabajando para un muerto), descubrirá algunos hilos que conectan los puntos imposibles.
María Inés Krimer escribe una prosa ágil, rápida, certera. Con frases cortas y la respiración del jazz entre las líneas, pergeña una trama sincopada y episódica. La novela plantea preguntas y no brinda todas las respuestas. En este sentido, es menos una novela policial clásica que una serie de enigmas que despiertan un clima. Krimer está menos preocupada por el misterio que por la prosa, la construcción de personajes y la evocación literaria de ambientes cotidianos y realistas.
Siliconas express dibuja una forma de ver el mundo. Krimer construye una mirada, la lupa desenfocada de una mujer que ha decidido convertirse en detective. Ruth no es una femme fatale ni una mujer bonachona e ingenua, pero sufre si los hombres no la miran y está preocupada por el sexo y por las huellas de la tradición judía. Melancólica y locuaz, filosófica y en cierto modo escéptica, la mirada de Ruth engendra un horizonte que tiene las marcas del policial negro y que, a la vez, no entrega una serie programada de respuestas. En este sentido, Siliconas express es un policial con un mundo que excede el policial.
Krimer ha escrito dos novelas que crearon un personaje memorable: la inefable Ruth Epelbaum.
María Inés Krimer, Siliconas express, Aquilina, 2013, 172 págs.
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