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Antología personal

Ricardo Piglia

LITERATURA ARGENTINA

En la primera página de esta Antología personal, Ricardo Piglia —irónico como es habitual en él— la califica como “retrospectiva” en su dedicatoria al artista Roberto Jacoby. De ese modo, el autor de La ciudad ausente vuelve a recordarnos que piensa su obra como literatura que interactúa con el cine y con el arte contemporáneo. La lectura de Graciela Speranza, quien en Fuera de campo lo situó en la estela de Duchamp y de Godard, se refuerza por tanto en este libro atípico (o no tanto, porque se puede interpretar como segunda parte de Crítica y ficción, una antología de entrevistas intervenidas y, por tanto, también sumamente personal).
No sólo encontramos en este volumen todos los temas, las obsesiones y los autores de referencia de Piglia, como la novela negra, el diario, Borges, el dinero, la genealogía del escritor como crítico literario, Macedonio Fernández, la ficción política, Roberto Arlt, Gombrowicz, el canon argentino, Rodolfo Walsh, el simulacro o la reescritura (Renzi, “como yo”, es un coleccionista “de réplicas”), también se nos revela un espacio esencial y dos temas últimos. Porque después de décadas en que Buenos Aires o Estados Unidos convivieron con La Plata en todo tipo de textos, esta ciudad borra los otros topónimos y su mención marca el ritmo de la retrospectiva. Mito de origen, vientre materno de la formación cultural, biblioteca, librería y filmoteca, La Plata es el lugar al que este libro regresa una y otra vez (aunque “sabemos que no hay nunca un origen único”). Lo hace con el mismo ahínco con que también aparecen la soledad y la forma. Personajes, históricos o ficcionales, profundamente aislados y solitarios. La forma como “una categoría privilegiada de la experiencia artística”. ¿Qué es esta Antología personal sino un intento de poner en relación textos dispares para que se acompañen mutuamente, de apropiarse y darle una vuelta de tuerca a la forma “textos escogidos” o “antología personal”?
Los cuentos y los ensayos más conocidos, como “Ernesto Guevara, el último lector”, conviven con conferencias recientes, de circulación limitada. Pero importa menos el texto inédito o el recuerdo de la vieja lectura que el nuevo orden, esto es, la dimensión antológica. Porque el conjunto se lee como nuevo. O casi. En ese casi está la magia. Una magia que se completa con la inclusión de cuatro relatos inéditos, “Los casos de Croce” (destaca en ellos el reto que se autoimpone Piglia al ficcionalizar a Evita, sin mencionarla y a la sombra de “Esa mujer” de Walsh, en el contexto del porno incipiente de hace un siglo). No se trata, pues, sólo de una retrospectiva y por tanto de un montaje posible de fragmentos dispuestos a modo de archivo y testamento, es también una apuesta. Esos casos, esos fragmentos de una novela en marcha, nos recuerdan que el cuento, desde el Quijote, no sólo es un elemento posible y deseable de la novela, también es un adelanto y un anticipo. De capital simbólico y de símbolos capitales. Porque la obra de Piglia no es sólo literatura que conversa con el cine o con las artes, también es una economía, un sistema de préstamos, deudas, intercambios. Una inversión de futuro.

 

Ricardo Piglia, Antología personal, FCE, 2014, 298 págs.; Anagrama, 2015, 304 págs.

19 Feb, 2015
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