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Sabrina Calandrón viajó al interior de dos comisarías y volvió para contarlo. Logró así develar algunos de los misterios que encierran. El enfoque elegido para la investigación ha sido el etnográfico; la intención de la autora no es evaluar sino comprender. No es una tarea sencilla, ya que las fuerzas policiales —sobre todo la Policía de la Provincia de Buenos Aires (PPBA), analizada en este libro— han sido duramente cuestionadas desde los ámbitos más diversos en las últimas décadas. A eso se suma una dificultad extra que Calandrón, como etnógrafa, debió superar para tratar de comprender su objeto de estudio: poner un coto a su subjetividad antipolicial, que constituía a la PPBA como una alteridad radical. ¿Cómo lo logró? Aprendiendo a escuchar lo que sus nativos tenían para decir y dejándose llevar por lo que querían mostrarle. Así, las diversas observaciones y entrevistas realizadas fueron marcando la agenda de investigación, que terminó centrándose en el género y la sexualidad, temática que le permitió desentrañar algunos prejuicios acerca del rol de las mujeres en una fuerza de seguridad. En primer lugar, la idea de que la presencia femenina en estas instituciones —por esa afición a imputarle un rol purificador a las mujeres— funciona como una influencia positiva, capaz de poner un freno al abuso de la fuerza, la corrupción y la connivencia con el crimen. En segundo lugar, el hecho de que el uso de la fuerza sea patrimonio exclusivo de los hombres. El ejercicio de la violencia por parte de las mujeres, considerado ilegítimo o excepcional porque trastoca el modelo clásico de género, no implica para las policías una pérdida de su feminidad, sino una muestra de profesionalismo.
Al estudiar las prácticas y las relaciones cotidianas entre los funcionarios de la PPBA para identificar las habilidades y cualidades que distancian al buen profesional del malo, la autora descubrió que la sexualidad juega un rol importante en la regulación de la profesión. En las comisarías donde Calandrón realizó su trabajo de campo se hablaba constantemente de sexo y los funcionarios hacían públicas sus elecciones y prácticas sexuales. Allí la antropóloga tuvo que realizar otra vez un gran esfuerzo para alejarse de sus prerrogativas sobre la privacidad del sexo, porque obturaban la comprensión de la teoría nativa acerca de la sexualidad: fundamentalmente, la noción de que a través de sexualidades enérgicas e intensas los/las policías se entienden como moralmente mejores. Para los/las policías de la PPBA, el buen desempeño laboral está vinculado al buen desempeño sexual. De la mano de Calandrón, descubriremos que el mundo de las comisarías es menos extraño de lo que imaginamos y que la profesión de policía tiene características similares a muchas otras. Sólo hay que dejarse llevar por la aguda mirada de la autora y por su precisa y animada descripción de cómo los funcionarios de esta fuerza de seguridad apelan a determinadas acepciones de la sexualidad, las emociones y lo familiar para moralizar su profesión.
Sabrina Calandrón, Género y sexualidad en la Policía Bonaerense, UNSAM Edita, 2015, 208 págs.
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