La incertidumbre

La tendencia digital en el siglo XXI ya es un camino ineludible, especialmente firme para la producción y distribución de música, aunque todavía incipiente para la literatura y las artes visuales. Por eso, aunque la idea no es nueva, insistir en la realización física de un disco, cuyo arte de tapa lo transforma en libro, hace de La incertidumbre un objeto anacrónico: este disco hay que escucharlo, leerlo y mirarlo, pero, sobre todo, tocarlo.

La música de Luis Nacht, la literatura de Ricardo Piglia y el arte de Eduardo Stupía se combinan para producir este artefacto cuyo punto de partida es la novela corta Prisión perpetua (1988). ¿Es posible escuchar sin invocar su referencia? Por supuesto que sí, pero dado el último “tema” del disco (una suite dividida en dos partes con varios movimientos), único en el que la voz de Piglia aparece leyendo fragmentos de ese relato, la curiosidad empuja a cotejar la selección efectuada, generando así cruces obsesivos entre la nouvelle original, los fragmentos impresos en el libro-disco y lo que se escucha. El resultado, fruto de la interpretación oral plagada de tonos altos y bajos, acentos que remarcan palabras, arrastres que enfatizan letras, fraseos ligados y rápidos, dicción clara, cierta disfonía, apuros, pausas, respiración y suspiros que denotan cansancio o breves suspensos, es la comprobación de que Piglia no siempre lee eso mismo que seleccionó. Como si uno quisiera leer en el booklet la letra de la canción que escucha y encontrara fallas, también aquí se podría rebobinar o adelantar el surco para constatar lo que el intérprete, en la primera parte, sustrae –pequeños detalles– o amplía –agregados extraídos del libro–; o bien, lo que desordena –a través del montaje– en la segunda. Como en Prisión perpetua, donde Emilio Renzi intercalaba algunas de las historias que le había narrado Steve Ratliff en su propio y posterior relato, estas ínfimas permutaciones ratifican esa concepción de la literatura que devela que, ante la marea de relatos existentes, es el escritor quien selecciona y rearma una figura final de forma personal y arbitraria. En este caso, esas idas y vueltas no generan nuevos relatos, pero evidencian las series contingentes.

La combinación arbitraria es también una característica propia de la música y se expresa particularmente en el jazz, donde la improvisación dispone de caminos que el músico elige entre el laberinto de sonidos que se le presentan en todo momento. Nacht forma un quinteto atípico y contundente: la base rítmica de batería y contrabajo sostiene el liderazgo de su saxo versátil, que puede oscilar entre un sonido profundo y los armónicos fragmentados o sobreagudos, pero la distinción resalta en la mixtura con dos guitarras eléctricas de sonido inusual, brillante y cristalino, que varias veces desarman el swing e incursionan en fraseos rockeros sostenidos por pulsos marcados y acordes de quintas. El mismo proceso aleatorio podría señalarse como parte de las figuras de Stupía: su colección de recortes, manchas, fotos intervenidas y borraduras forma un collage de sentidos que no busca interpretar el relato, sino mostrarse como otra voz que suma su lenguaje a un todo final.

La incertidumbre es la conjunción de tres artistas independientes que no pretenden lograr una síntesis sino que, gracias al deseo de formar una “banda”, conversan amistosamente con respuestas personales sobre un mismo asunto.

Ricardo Piglia, Luis Nacht y Eduardo Stupía, La incertidumbre, Ultrapop-Club del Disco, 2014.