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¿Cómo vuelvo?

Flor de un Día

TEATRO

Al menos desde la mirada de los viajeros ingleses de comienzos del siglo XIX, el inconmensurable espacio pampa-desierto se constituye en un paisaje sublime que luego será un motivo central para una literatura nacional que recién nacía. Hoy ese motivo parecería retornar, con versiones heterodoxas, en ciertas zonas de la imaginación artística contemporánea. Es en esa estela donde me interesa pensar la última obra teatral de Diego Lerman y María Merlino, ¿Cómo vuelvo? Leyenda de una maestra errante. En ella, una maestra rural cuenta su derrotero en la enseñanza pública, desde la adolescencia hasta la madurez, en escenarios alejados de ciudades ruidosas y cercanos a pueblos casi fantasmas, muchas veces colindantes con la ruta, rodeados siempre por la extensión pampera. Ese itinerario es también el de los sueños dorados de juventud que concluyen en reflexiones filosóficas, descolocaciones y frustraciones de una mujer, cuando ella se atreve a “cruzar el campito” un poco, o mejor, cuando da rienda suelta al deseo.

Pero ¿cómo crear hoy alguna imagen nueva y que nos persuada, deducida de esa inmensidad espacial polisémica, en un emplazamiento tan acotado como el teatro? ¿Cómo hacerlo, incluso con los recursos del nuevo teatro, y si, además, se trata de un unipersonal en el que una actriz interpreta a una maestra anónima ―¡encima rural!― que cuenta, tan luego, su propia vida?

El director elige una escenografía austera e íntima que sin embargo dialoga con cierta idea de tridimensionalidad, de quebrar el concepto de cubo o caja negra del teatro. Hay proyecciones estáticas de paisajes rurales que no se ven alteradas ni por el leve andar de una vaca ni por el sonido ambiente del viento o el piar de los pájaros. La pampa de su versión ya no es horizontal ni expansiva, sino profunda, y está en un fuera de campo, el que los espectadores imaginamos a lo lejos cuando seguimos con la mirada ―desde el ingreso a la sala― la línea de fondo que instala la puesta. La pampa no sería un lugar donde experimentar el tierra adentro, más bien es expulsiva: de allí, como de un túnel oscuro, sale la voz cantada y luego la actriz, que va ganando tamaño real a medida que camina a escena.

Lejos de un acontecimiento singular y solitario, en esta obra la creatividad se funda en un partnership, una asociación profesional y amorosa que Lerman y Merlino denominaron Flor de un Día. La actriz ―la que canta y maneja boleadoras― es quien antes adaptó y mucho antes leyó los cuatro cuentos de la escritora argentina Hebe Uhart, también maestra. Lo que parece un círculo promisorio, promete de verdad en el modo en que Merlino va guiando la historia y va armando una dramaturgia con un solo personaje. Como el cuento de Uhart en que se prefiere la tercera dimensión de un budín esponjoso frente a la planicie de las galletitas, el personaje de Merlino aprovecha lo que aprendió de aquella costurera de Nada del amor me produce envidia, quien, mientras en un nivel cosía, en otra dimensión tenía que elegir entre Eva Perón o Libertad Lamarque para darles el vestido. Aquí, la protagonista, siempre desubicada ―¿dónde se apoya un portafolios?―, a mitad de camino entre la triste maestra rural de Medina Onrubia y la mediática Pichimahuida, ya no dirime sus horas en disolver una disyuntiva: volver o quedarse en ese más allá del horizonte que un día conoce. La intriga de la ávida hacedora de actividades para desarrollar la imaginación es cómo se vuelve: ¿al matrimonio plano?, ¿al oficio chato?, ¿al pueblo chico?, ¿a la pampa monótona? La pregunta de esta misionera del conocimiento es por el método, descubrirlo sería una reconquista.

 

Flor de un Día, ¿Cómo vuelvo? Leyenda de una maestra errante, basada en cuentos de Hebe Uhart, dramaturgia de Diego Lerman y María Merlino, dirección de Diego Lerman, Santos 4040, Buenos Aires.

1 Oct, 2015
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