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El Río de la Plata no es sólo un río o un estuario sino una región. Y como toda región, posee límites tan imprecisos como inconfundibles. La novela de Carlos Bernatek La noche litoral invita a preguntarse: ¿a qué región pertenece?, llevados por su nombre y por su geografía (transcurre en la ciudad de Santa Fe) al litoral. Pero aunque transcurra en Santa Fe, acaso como sucede con los libros de Saer (aunque también de Zelarayán), la novela no es litoraleña, santafesina, provincial. No solamente. Y no lo es porque una novela se define en su lengua, y la lengua de La noche litoral es una lengua híbrida y más amplia, que reúne lo suburbano y lo urbano, lo portuario y lo criollo, todo el peso y la variedad significante de un río que es un gran embudo de ríos.
Es necesario registrar su lengua porque es en ella donde lo novelesco (su imaginación), y sobre todo su narrador y protagonista, el memorable Ovidio Balán, ejercen su influencia. En La noche litoral hay un argumento sólido, hay numerosos y reconocibles personajes secundarios, hay una narración fluida, pero su gracia está en la manera de nombrar, de interpretar, en el decir —un humor directo y negro, cercano al de Elvio Gandolfo pero más cerril—, y también en cómo Bernatek organiza el destino de su héroe ante los hados, menos funestos que barrosos. “Resignación”, dice, canta este Ovidio al abrir y cerrar la novela, en la invocación y en el epílogo. Las metamorfosis que suceden en La noche litoral ya no son las del mundo y la historia clásica (como en el poeta latino), ni las del hombre (como en Kafka); este Ovidio apenas se resigna, no cambia; si muda un rato de piel es por supervivencia, por goce, como el camaleón, y también como un pichiciego.
Sin embargo, en su construcción el Ovidio de Bernatek tiene algo del Adán Buenosayres de Marechal, su vocación andariega. Lo atraen la calle y la vida. Pero su aldea ya tiene marcas arltianas; Ovidio es una versión del que vive en la periferia, en la orilla, en el litoral; en Ovidio están el busca y el vago, el vividor y el solterón, el atorrante y el chanta, y, más cerca nuestro, el mal bicho y el garca. Una vez más: la representación de Bernatek, gracias a su lengua, puede alojar diferentes fibras e intenciones que atraviesan la Historia (tanto política como literaria) argentina, y que si bien incluyen las últimas décadas (Juan Carlos Martini Real, Jorge Consiglio), también gravitan en un pasado anterior (Hilario Ascasubi, Julián Martel, Roberto Arlt).
Ovidio podrá fornicar sin culpa ni desprecio con una cieguita o una renga. Podrá estafar y ser estafado. Podrá trabajar en un telo o matonear a un diputado. Podrá adobar y comerse un cusquito sarnoso o tomarse un “liso” mirando las estrellas. Ovidio sigue —y lo arrastra— la corriente; sólo conserva su estampa, fijada con Lord Cheseline. Así, fijado en la orilla de un río que lleva a otro río, el Ovidio de Bernatek encuentra su mejor destino, su posteridad literaria.
Carlos Bernatek, La noche litoral, Adriana Hidalgo, 2015, 256 págs.
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