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Fue Herodoto quien dijo que “la guerra altera el orden de la naturaleza”. En otras palabras, la guerra es el caos máximo, el mayor despropósito que somos capaces de protagonizar. Y, sin embargo, es la guerra la que sigue definiéndonos como humanos; es como si no fuésemos capaces de alejarnos de ese espíritu que inspira terror. La crueldad forma parte de nosotros; es una cualidad normalmente oculta pero que cuando se manifiesta resulta devastadora: es lo que la croata Daša Drndic hace patente en Trieste, una obra en la que realidad y ficción se entremezclan de forma notable.
A través de la historia de Haya Tedeschi, una anciana que poco a poco se sumerge en un proceso de recuperación del pasado y una vida convulsa, judía a quien le arrebataron su hijo fruto de una relación con un oficial alemán —que negaría rotundamente cualquier vínculo con ella expresando “Tedeschi ist ein jüdischer Name” (Tedeschi es un nombre judío)—, Drndic hilvana un relato sobre la gestación y consumación del nacionalsocialismo alemán en esas zonas donde “las fronteras y las identidades son nuestros verdugos”. El nazismo y sus ideales son los verdaderos protagonistas de un texto que se construye en gran medida a través de testimonios (ficticios) de prisioneros judíos en distintos campos de concentración o de exterminio: Auschwitz, Majdanek, Treblinka… No obstante, la mirada de Drndic se cierne sobre todas y cada una de las víctimas del Holocausto, porque no debemos olvidar que, al fin y al cabo, todos fueron víctimas del horror. Pues, como apunta la autora tomando prestadas palabras de Jean Giono, “después de una guerra los héroes ya no existen, existen los tullidos, los discapacitados, los lisiados”. Así, aunque el libro se centre sobre todo en la persecución de los judíos y en cómo fueron denigrados y conducidos hacia la muerte, también relata las cicatrices y heridas profundas originadas en esos territorios colindantes, así como los abusos de poder y maquinaciones de los altos mandos nazis para alcanzar la raza suprema, y aun la historia de aquellos hijos del nazismo que, tras la caída del régimen, fueron en su día vilipendiados aunque eran inocentes de las atrocidades de sus padres.
No es esta una novela al uso. De hecho, pudiera confundirse con un ensayo o libro de divulgación, pues utiliza técnicas muy diversas: transcripciones de los juicios de Núremberg, declaraciones de testigos, bocetos biográficos, fotografías… Pero Drndic no quiere entretener al lector ni aportarle un mayor conocimiento de la barbarie. Su objetivo, más bien, es concienciar, dar fe y testimonio fehaciente de lo atroz, algo que consigue de forma demoledora al incluir una lista con los nueve mil judíos de cuya muerte es responsable Italia. “Detrás de cada nombre hay una historia”, escribe la croata. Y gran parte de la historia de esos judíos asesinados pasa por San Sabba, antiguo molino de Trieste que fue reconvertido en campo de exterminio. La lectura de Trieste es dolorosa pero necesaria para reflexionar sobre los límites de nuestra moral.
Daša Drndic, Trieste, traducción y prólogo de Simona Škrabec, Automática Editorial, 2015, 536 págs.
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