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MÚSICA

Es casi un lugar común mentar una célebre conferencia borgeana para dar cuenta de la proverbial capacidad que tienen los artistas argentinos para apropiarse de tradiciones ajenas, para sentirse a gusto en una biblioteca que contenga todas las bibliotecas. Ningún ámbito más evidente para esta vocación universal argentina que la ópera. El caso más emblemático quizás sea en la actualidad el del compositor Oscar Strasnoy: se siente tan a gusto en obras como Geschichte (2003), con libreto en alemán a partir de Gombrowicz; en Requiem (2014), con libreto en inglés basado en Faulkner; o en el lunfardo procaz de Copi en Cachafaz (2010). En esa tradición podría insertarse El malentendido de Fabián Panisello, basada en Le malentendu de Albert Camus y recién estrenada en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC). Cantada en francés, la historia de una madre y una hija dueñas de una posada que arrojan al río a sus víctimas drogadas, todavía vivas (entre ellas al hijo que había vuelto), es una ópera innegablemente argentina.

Pero si la elección del tema dispara toda una red de referencias, la elección misma del género establece, a su vez, otro tipo de asociaciones. En cuanto a la historia, un antecedente posible es El pobre marinero (1927) de Darius Milhaud sobre texto de Jean Cocteau. En un nivel más estructural, la referencia ineludible sería Wozzeck (1925) de Alban Berg, modelo para muchas de las óperas del último siglo: escenas breves, separadas por elaborados interludios, que marcan la escansión de la obra en unidades menores que recurren a diversas formas de la tradición musical (cánones, fantasías, hoquetus).

Fabián Panisello (Buenos Aires, 1963), radicado desde 1994 en Madrid, donde dirige la Escuela Superior de Música Reina Sofía, parece establecer con su primera ópera una suerte de punto de inflexión respecto de su producción anterior. Hay siempre algo de desafío en la escritura de una pieza de teatro musical de estas dimensiones. Y Panisello, que trabajó junto con artistas fundamentales de las últimas décadas como Pierre Boulez, Luciano Berio, Elliott Carter, Peter Eötvös, Franco Donatoni, el Cuarteto Arditti y Karlheinz Stockhausen, ha estado a la altura de ese desafío.

El virtuosismo de su escritura brilla sobre todo en los interludios instrumentales, de una riqueza tímbrica y expresiva que por momentos parece cargar con todo el peso de la historia que transcurre en escena. Como si cada situación se contara dos veces, como si lo que los personajes dicen con palabras fuera luego expresado de una manera más elocuente por unos instrumentos que revelan el trasfondo ominoso del drama. La escritura vocal, en cambio, resultó menos eficaz dramáticamente, en el sentido de que el virtuosismo opera allí más como límite que como vehículo de la expresión. La exigencia casi permanente a la que es sometido el registro de los cantantes conspira contra la tensión de un drama de largo aliento. Precisamente, el momento más logrado de la obra tiene lugar en el hermoso trío que generan la voz de la madre en primer plano y las voces de los dos hermanos ofreciendo un sutil contrapunto desde el fondo de la escena, aprovechando la particular espacialidad del CETC.

Los intérpretes —no sólo los responsables de los cinco personajes sino también los músicos distribuidos en la sala— ofrecieron un nivel superlativo en una obra de grandes exigencias. En cuanto a la escena, que aprovecha las características del subsuelo del Teatro Colón, la variedad de registros parece resentir la compacta y por momentos asfixiante unidad de la ópera. La figura omnipresente del viejo criado, silencioso y por eso mismo inquietante, es la que otorga cohesión al conjunto, desde que lo vemos jugando obscenamente con muñecos en la proyección que marca el inicio del drama hasta esas últimas (y únicas) palabras que pronuncia, definitivas. Difícil imaginar un modo más contundente que ese “¡No!” para dar por terminado el malentendido.

 

 

El malentendido, música de Fabián Panisello y libreto de Juan Lucas, basado en la obra homónima de Albert Camus; dirección musical: Walter Kobéra; dirección de escena: Mariano Tenconi Blanco; intérpretes: Piia Komsi,Natalia Salardino, Alejandra Malvino, Leonardo Estévez, Horacio Marassi; ensamble: Patricia Da Dalt, Federico Landaburu, Daniel Crespo, Pablo Ahumada, Heini Schneebeli, Néstor Estorello, Martín Centeno, Mariano Malamud, Martín Devoto, Facundo Ordóñez, Silvia Dabul, Lucas Urdampilleta, Bruno Lo Bianco y Oscar Albrieu Roca; Centro de Experimentación del Teatro Colón, Buenos Aires, 7, 8, 9, 10 y 12 de abril de 2016.

 

 

 

 

14 Abr, 2016
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